ROSSY MURILLO
Los tíos Alicia y Esteban bailan bajo la lluvia de verano como si aún fueran un par de jovencitos. En su natal Penjamo;
Transcurren los meses, de julio y agosto y es temporada de lluvia.
Cae la tarde y con ella relámpagos y truenos anunciando un aguacero que se a vecina de los matorrales se desprende ya ese olor tan agradable a tierra mojada.
En casa de la tía Alicia ella enciende el fogón que esta sobre la barra de ladrillos de adobe rojo y se dispone a preparar un rico atole de masa recién molida en el molino de mano.
Mientras el tío Esteban saca al tejaban los sillones de mimbre color natural y acomoda el chal negro de la tía y los cojines de manta bordados por ella con esos pavorreales que tanto le gustan al tío Esteban y parecen que toman vuelo cada que él los observa mientras los acomoda en los sillones.
Pasan los minutos y los relámpagos cada vez son mas fuertes. La olla de barro empieza a gorgotear de lo caliente que está el atole, en un descuido de la tía Alicia se derramo de la olla. ¡Pero solo un poquito! La tía Alicia toma los cantaros con flores color lilas y hojitas verdes y sirve en ellos el atole, y por cierto esos cantaritos fueron regalo de lupita su sobrina. Se los trajo en uno de sus múltiples viajes de Tlaxcala a Lupita le gusta mucho ir a esa ciudad, en eso la tía le grita a su esposo.
—Viejo, viejo ven ayúdame por favor.
- ¿A que te ayudó viejita linda?
- llevar las charolas a la mesa.
Aquella mesa es color café grande y está afuera al aire libre adornada con carpetitas y a los lados las silla de mimbre con los cojines de pavorreales.
La tía le da más indicaciones al tío Esteban.
—anda viejo deja los cantaritos que yo llevare la charola de tamales de ceniza que compre al salir del mercado.
El tío Esteban deja los cantaros llenos de atole sobre la mesa, y se le ocurre sacar la consola café, es una hermosa tarde de lluvia cómo día en que conoció a su amada Alicia. Cuando al fin la acomoda pone un disco con la canción que ellos escuchaban cuando se conocieron. La tía al escuchar la melodía recuerda la primera vez que lo vio. Él con su traje verde militar y ella con su vestido de falda circular y sus zapatillas de charol rojas. La música en la consola llega a la estrofa que más le gusta
“Son tus ojos verde mar”
y exclama, emocionada y con chispas en sus grandes ojos.
—y viejo ven bailemos como la primera vez en aquel baile en el jardin.
ÉL tío la toma de la cintura y se siente feliz de que sea su esposa, le besa la mejilla y se dispone a dar los mejores pasos de baile. Sin importarle el cuchicheo de los curiosos que esa tarde se detienen a ver a la pareja de ancianos bailar, los vecinos asombrados por aquella música y el ruido de los cuchicheos asomaban y salen de sus casas. Y ven al matrimonio bailar al compas de la música de antaño.
El tío Esteban emocionado no deja de bailar y con cada vals se vuelve a sus años mozos y recordar como juntos bailaron y 1, 2 , 3 dentro de su mente se repite.
De repente la tía recuerda que la mesa está puesta.
— Viejo, viejo ya se enfriaron los tamales y el atole.
Ambos sonríen mientras sigue la lluvia es tan fina que apenas si moja los matorrales y se empieza a desprender un olor a tierra mojada.
Y así transcurrió aquella, tarde de lluvia y entre risas y anécdotas vividas disfrutaron de los tamales y atole blanco de maíz recién molido. Y les invaden los recuerdos de su juventud. Mientras en la consola su canción se repite una y otra vez.