Mª DEL CARMEN MÚRTULA
Sólo el que se sabe viviendo en tierra extraña,
sólo el que echa de menos sus raíces,
sólo el que se sabe forastero o extranjero,
puede experimentar el desarraigo.
El desarraigo del alma cuando nada nos sacia
cuando sentimos soledad y abandono
cuando la experiencia de vacío nos corroe
ante esta sociedad que nos corrompe.
Es entonces cuando anhelamos el exilio,
de este presente que nos hostiga,
como la huida de nosotros mismos,
suspirando por la tierra prometida.
Ante un exilio que se expresa rescatado
de esta modernidad devoradora,
lo vemos esencial en el ser humano,
en el anhelo de una patria soñadora.
Allí saciaremos nuestros deseos,
allí se harán realidad nuestra liberación,
allí colmaremos las esperanzas
en un futuro eterno y prometedor.
Y mientras vivimos en este destierro
separados de ese destino apasionante,
desarraigados de lo divino que anhelamos
marchamos como exiliados caminantes.