LLUN ROC
I
Leo tenía delante a una chica preciosa. Iba vestida con una falda corta de cuadros, revelando sus largas y finas piernas, y con un jersey ceñido que le marcaba los pechos, con el escudo del internado bordado. Estaban junto a las taquillas, él acababa de decirle algo que al parecer no le había gustado y ella clavaba sus ojos en él. El silencio se prolongó unos instantes, ella estaba muy seria y él contenía la respiración, esperando lo que estaba a punto de pasar. Ella sonrió con malicia antes de levantar su rodilla y clavarla con fuerza entre las piernas de Leo. El protector amortiguó el golpe, pero aun así lo sintió y perdió respiración durante un segundo. Cayó al suelo con gesto de dolor, agarrándose la entrepierna. Confiaba en que esta vez fuera la última, no sabía si soportaría otro rodillazo.
—¡Corten! Buena toma. Perfecta esta vez la sonrisa, Sara, creo que esta será la definitiva. Aun así podemos repetirla después del descanso, por asegurarnos. ¡Pero antes colocad bien ese decorado, parece que se vaya a caer de un momento a otro!
Sara le tendió la mano a Leo mientras se levantaba.
—¿Estás bien? —preguntó con una sonrisa amable. —No te habré dado demasiado fuerte esta vez, ¿no? Es que me ha dado la impresión de que me he pasado, ¡estaba deseando terminar!
—Qué va, no te preocupes. —Mintió Leo.
—Vale. Oye, creo que me esperan fuera para unas fotos. Ya te veré luego si hay que repetir la toma. Y si no, ha sido un placer. —Dijo apresuradamente mientras se alejaba, casi sin mirarle.
“Pues en ese caso espero que no nos volvamos a ver”, pensó Leo.
—¡Qué manía tienen los de producción con las putas taquillas!, ¿tú te crees? ¿Desde cuándo hay taquillas en España? —escuchó Leo quejarse a un operario mientras se alejaba.
Salió fuera a tomar el aire. Si no le necesitaban más, podría volver a casa antes de comer y recibiría el cheque al día siguiente. Solo una mañana de rodaje, lo habitual para él. En una de las series del momento, eso sí, e interactuando con Sara Expósito, una de sus estrellas. “Piensa lo bien que quedará en tu currículum”, decía siempre su representante. Y Leo suponía que tendría razón… aunque fuera interpretando a un personaje sin nombre, de nuevo. Se preguntó cómo lo acreditarían esta vez. “Idiota que acosa a una de las protagonistas” quedaría demasiado largo, pero era básicamente en lo que había consistido su personaje, con apenas un par de líneas de diálogo y una patada en los huevos. Ambas cosas estaban siendo más habituales de lo que le gustaría, y eso le molestaba. Especialmente la segunda.
Leo se había iniciado en la interpretación cuando aún era adolescente. Empezó en publicidad, era un trabajo poco estimulante, pero en aquella época estaba orgulloso de él. Su verdadero nombre era Miguel Ángel Cepeda, pero Mónica, de la agencia de actores, le aconsejó cambiárselo a Leo Lauren cuando dio el salto a las series, al poco de cumplir los dieciocho. Algunos pensaban que eso del nombre artístico estaba ya pasado de moda, pero ella insistía en que era eficaz. Era la representante de él y de muchos otros actores secundarios. Su agencia era de las mejores y había conseguido que muchos fueran alcanzando papeles con cada vez más protagonismo. “Cuando estás empezando, la clave es no decir nunca que no”, les aconsejaba siempre. Y era verdad. A Leo siempre le decía que su físico jugaba a su favor, y que no tardarían en salirle papeles con principales. Era alto y atlético. No le gustaba machacarse mucho en el gimnasio, y además tener un cuerpo demasiado musculado limitaba los papeles, pero sí estaba en forma y con unos brazos bien definidos. Tenía pelo castaño, piel clara, labios finos, nariz afilada y rasgos angulosos. Mónica decía que tenía el físico perfecto para un actor: atractivo y con cara reconocible, pero al mismo tiempo lo suficientemente convencional como para poder interpretar papeles muy distintos.
Él objetivamente no se podía quejar. Desde que hizo su primer papel para una serie, hacía ya casi cuatro años, trabajo no le había faltado. Eran cada vez de mayor calidad y había trabajado con actores famosos. En el último año incluso había salido en una película para una importante plataforma de streaming, había ganado bastante dinero pese a ser papeles menores. Pocos jóvenes podían vivir independizados a su edad, en un modesto pero céntrico apartamento. Y lo mejor aún estaba por llegar… en las próximas semanas tenía un rodaje para una película para cine. Sería su primer trabajo para la gran pantalla.
Pero a pesar de todo eso, había algo que a Leo le incomodaba. No se atrevía a hablar de ello con nadie, ni siquiera intentaba pensar mucho en ello. Pero desde hacía ya tiempo, a decir verdad, desde sus primeros trabajos, evitaba avisar a su familia y amigos cada vez que iba a aparecer en alguna serie. Al principio trató de no darle importancia. Pensó que sería casualidad, “los comienzos siempre son difíciles”, se decía. Pero ya no era cosa de dos o tres veces, era prácticamente en todos los papeles que le daban… por no decir en todos.
Recordó su primer papel fuera de la publicidad. Había leído el guion días antes y le había parecido de lo más decepcionante, pero por algo se empezaba. Era para una estúpida serie familiar. La familia protagonista se iba de vacaciones a la playa durante todo aquel episodio. Él interpretaba a chico que conocía la hija mayor de la familia, interpretada por una actriz un par de años menor que él. El personaje no tenía diálogo y casi todo el tiempo se le veía de lejos. Los padres les veían entrar y salir juntos, decían que era muy romántico y que les recordaba a ellos de jóvenes. Al final del episodio, estaba el matrimonio muy acaramelado, viendo a lo lejos cómo su hija paseaba con aquel chico tan apuesto por la playa, hasta que él la intentaba besar, ella se resistía y acababa recibiendo una patada en los huevos. Sonaban incluso risas enlatadas. Cuando Leo lo vio terminado, le pareció bochornoso. Y aquello solo fue el principio.
Una guapa asistente de producción se acercó por detrás y le sacó de sus pensamientos. “Hola, Leo, ¿verdad?”, preguntó con una sonrisa cortés. “Me han pedido que te diga que te esperan en el plató. El director dice que quiere un par de tomas más antes de terminar”. Leo trató de reprimir un suspiro y siguió resignado a la guapa asistente mientras se llevaba disimuladamente la mano a la entrepierna para ajustarse el protector. A veces odiaba su trabajo.
II
Aquella noche, en su apartamento, Leo pensó en la asistente de producción, en la actriz con la que había trabajado esa mañana, y en todas las chicas guapas a las que había conocido gracias a su profesión. Su mejor amigo, Esteban, siempre decía la suerte que tenía y le pedía que le presentase chicas, pero la verdad era que él prefería relacionarse con chicas de fuera de su trabajo. Recordó la cantidad de veces que había conocido tías espectaculares en los rodajes, pero no se había atrevido a intentar nada con ellas. Y no es que Leo tuviera problemas para relacionarse con las chicas, era con diferencia el más atractivo de sus amigos y siempre que salía con ellos se enrollaba con alguna. Pero en los rodajes siempre vivía situaciones embarazosas que lo paralizaban.
Recordó a una que conoció en uno de sus primeros trabajos. Leo se fijó en ella cuando iba en el bus camino del rodaje y se excitó nada más verla. Pelo largo, suelto y castaño, ojos oscuros y con aire felino, unos vaqueros ajustados que le marcaban todas sus curvas y un top que le dejaba el ombligo al aire. Sintió que ella también se estaba fijando en él, cosa que no le sorprendió, solía atraer a las chicas. En aquel momento él vestía una camiseta con mangas muy cortas, que revelaban sus brazos bien definidos, con los músculos tensos mientras se agarraba a la barra del bus y revelaban algo del vello castaño de sus axilas. Ella le dirigió una sonrisa juguetona mientras le sonreía, lo que hizo que su joven polla se pusiera dura dentro de sus apretados vaqueros. Se acercó para hablar con ella, se llamaba Sonia y para su sorpresa iba al mismo lugar que él… iba a participar también en el rodaje. Estuvieron hablando sobre sus respectivas agencias, sobre cómo consiguieron el papel. Leo confesó con cierta vergüenza que apenas tenía un par de líneas de diálogo, pero le reconfortó saber que la chica no estaba en una situación mejor, pues ni siquiera hablaba, era tan solo un papel de figurante. Él la dirigió una sonrisa encantadora y la animó con una leve caricia en el brazo, que la joven pareció recibir con agrado. Puede que no fuera gran cosa, pero no estaba mal para empezar, argumentaba Leo, aún eran muy jóvenes y tenían mucha carrera por delante. La chica le sonrió mientras se mordía el labio, la tenía en el bote. Más tarde le pediría el teléfono y la invitaría a tomar algo después del rodaje. Aun así, algo le ponía nervioso. Él tenía una única escena en aquel trabajo y sabía perfectamente por el guion en qué consistía. Le incomodó pensar que Sonia pudiera estar presente mientras rodaba su escena…
El trabajo de aquel día era un capítulo para una serie barata que no duró ni una temporada, porque se canceló a la mitad. Una serie adolescente con toques de misterio titulada ‘Promoción extraña’. El capítulo en el que iba a salir él ni siquiera llegó a emitirse, lo que fue un alivio, por lo humillante que fue el rodaje. Al llegar al set, repasó mentalmente en guion una vez más. En su breve escena interactuaba con uno de los personajes de la serie, que era el típico cliché de chica mala de instituto. Leo hacía de un estudiante empollón a quien ella obligaba a hacer sus deberes. La escena básicamente servía para demostrar lo déspota que era la chica. Leo se vistió con una camisa a cuadros, unos pantalones holgados y unas gafas grandes, pero incluso con ese atuendo seguía resultando atractivo. La escena se rodaba en exteriores, en lo que pretendía ser la puerta del instituto. Cuando llegó a allí, le esperaba la directora, con parte del equipo de rodaje y las dos actrices que intervenían en la escena. La actriz principal de la escena era una chica bajita y algo regordeta, con un gesto pícaro ideal para el papel, los ojos muy pintados y el pelo recogido en una coleta alta. Vestía un uniforme parecido al de las animadoras de las películas americanas, con una falda muy corta… y a su lado estaba Sonia, que interpretaba a una amiga de aquel personaje. A Leo se le hizo un nudo en la garganta al darse cuenta Sonia no solo estaría presente al rodar esa escena, sino que formaba parte de ella.
Leo debía acercarse a ellas con aspecto inseguro, sosteniendo una carpeta de estudiante con ambas manos, para reforzar la imagen dominante del personaje femenino. Ella le preguntaba si tenía ya listo un trabajo suyo de clase, a lo que el personaje de Leo respondía con titubeos que aún no, pero casi estaba listo. Ella intercambiaba con su amiga una sonrisa perversa, se acercaba a él con aire amenazante mientras le recordaba que la fecha de entrega era para el día siguiente y, ni corta ni perezosa, le lanzaba una amenaza si no lo tenía listo a tiempo mientras le retorcía los testículos.
El ambiente era animado, las dos jóvenes actrices repasaban la escena con la directora cuando Leo se unió a ellas. Sonia se alegró de volver a verle. Las dos chicas parecían muy divertidas con el contenido de la escena y Leo, aunque incómodo, trataba de tomárselo con humor también.
La directora les dio instrucciones muy precisas de cómo tenía que desarrollarse la escena. Hizo especial hincapié en cómo debía ser la reacción de Leo. Tenía que poner cara de sorpresa y dolor, cerrando con fuerza los ojos mientras se ponía de puntillas y se doblaba hacia adelante. Por su parte, la chica debía acercarse mucho a él, con actitud intimidante. La directora le mostró a la actriz cómo debía poner la mano, ahuecada hacia arriba, con forma de cuchara, como si estuviese sosteniendo una manzana. Debía colocar la mano de esa manera, justo entre las piernas de Leo, para simular que estaba agarrando sus genitales. Mientras Leo le planteaba una duda del guion a la directora, la chica hizo amago de lanzar su mano hacia la ingle del joven, lo cual provocó las risas de Sonia. “¡Aún no!”, dijo entre risas la directora. Él trató de mostrarse divertido también, deseando que aquel rodaje terminase cuanto antes, pero para su desgracia, se alargó demasiado. Repitieron la toma una y otra vez.
—Ho-hola. —Comenzaba tímidamente Leo.
—¿Hiciste ya mi trabajo? —Le espetaba la chica de manera desafiante.
—Eh, ya casi lo tengo terminado, umm, lo tendré como muy tarde esta semana. —Se justificaba de forma insegura mientras las dos chicas intercambiaban una mirada y sonreían con desprecio.
—Bueno, ya sabes que la fecha límite es mañana… y si no lo tienes listo… —decía la chica remarcando bien cada sílaba y acercándose amenazadoramente a él. —Entonces estarás bien jodido. —Le susurraba al oído mientras colocaba la mano entre las piernas de Leo. Él se inclinaba hacia delante de forma mecánica cuando sentía la mano de la joven en su entrepierna. Se ponía de puntillas y se agachaba hasta que su cabeza quedaba a la altura de la chica, mucho más bajita que él.
—Te lo daré mañana… ¡lo juro! —decía él entre gemidos, justo antes de que la directora les mandase cortar.
Para las escenas de golpes y patadas Leo siempre usaba protector, pero al ser una escena de agarrón simulado, no era necesario, por lo que cuando la mano de la actriz se acercaba mucho, la notaba rozando sus testículos. En ocasiones la directora les pedía más intensidad, por lo que tanto él como la chica trataban de hacer algunos cambios, como agarrar el pantalón para tratar de darle más realismo o hacer como que apretaba más en el momento de mayor énfasis del diálogo, a lo que él trataba de responder poniéndose más de puntillas. En más de una ocasión estuvo a punto de perder el equilibrio y caerse al suelo, lo provocaba las risas de todo el equipo. Varias veces tuvieron que cortar porque tanto Sonia como a la actriz principal les costaba aguantarse la risa, lo cual provocaba a Leo una vergüenza cada vez más difícil de disimular.
El momento de mayor bochorno llegó casi al final de la jornada. Leo tenía frente a él a las dos chicas, repitieron su diálogo una vez más, la actriz principal se acercó a él amenazante, de nuevo, mientras él se aferraba a la carpeta con las dos manos, tratando de exhibir inseguridad. Repitieron el mismo diálogo una vez más, con la muchacha a apenas un palmo de su cara. Entonces ella hizo algo que todavía después de unos le producía a Leo escalofríos recordar. Quizá fuera por el hartazgo y el cansancio del rodaje, quizás intentara lograr un mayor realismo para conseguir por fin la toma definitiva o quizá, quién sabe, lo hiciera solo para reírse. El caso es que la chica levantó su mano hasta la entrepierna de Leo con más fuerza de lo habitual. Leo sintió cómo la palma de la joven golpeando de lleno sus testículos. Leo no pudo contener un grito de dolor y de sorpresa cuando sintió el impacto de la mano contra sus frágiles órganos. El joven se inclinó hacia delante de forma instintiva con una mueca de dolor en su cara. Aunque sin llegar a agarrar, la chica mantuvo la palma de su mano apretada contra los genitales de Leo mientras recitaba su diálogo. Él quedó paralizado. Aunque sabía que era solo una película y que aquella actriz no llegaría a retorcerle los testículos, no pudo evitar sentir una oleada de pánico masculino al sentir amenazada su virilidad. Pronto todo el equipo de rodaje se dio cuenta de que el dolor de Leo era real. La actriz no pudo reprimirse y volvió la mirada hacia Sonia, que apenas pudo contener la risa. Al instante, todo el equipo de rodaje, incluyendo a la directora se echó a reír. La joven actriz retiró la mano de la entrepierna de Leo y estalló en carcajadas. Leo trató como pudo de aparentar buen humor, pero apenas pudo articular una patética risa nerviosa. Miró a Sonia, que estaba toda roja y se tapaba la cara mientras trataba de contener la risa. Actuaba como si Leo no estuviera presente y solo miraba a la otra actriz, entre divertida y avergonzada por el atrevimiento de su compañera de reparto.
Después de aquello a Leo le fue difícil mantener la dignidad. Todavía repitieron la escena un par de veces más, Leo actuaba ya de forma mecánica y al finalizar el rodaje, ni siquiera se atrevió a dirigirle una mirada a Sonia. Nada quedaba ya de la erección que tuvo aquella mañana al ver a Sonia en el bus, sentía su polla pequeña y contraída. Toda la seguridad solía tener con las chicas parecía haberse esfumado. Ni se planteó siquiera invitarla a salir como había planeado hacía unas horas. Se marchó de allí en cuanto pudo apenas sin despedirse del equipo, pero, sobre todo, evitando cualquier contacto con Sonia. Se sentía, de alguna manera, castrado.
El sonido de su móvil le sacó de aquellos recuerdos. Era Sofía, seguramente para hablar del plan del siguiente fin de semana. Trató reprimir rápidamente todas sus inseguridades. Si le preguntaba qué tal había ido el rodaje de aquella mañana, diría que bien, y que su agente no para de darle ánimos con la evolución de su carrera y, en especial, con su próxima aparición en una película de alto presupuesto. Por supuesto, como siempre, ocultaría a Sofía los detalles de su papel.
III
Leo conoció a Sofía unos meses atrás, rodando una película para una conocida plataforma de streaming. Desde entonces habían quedado unas cuantas veces, se habían enrollado y solían hablar por móvil casi todos los días, pero había evitado presentársela a sus amigos hasta ese momento. Quedaron en una cafetería del centro, allí estaban Laura, Miriam, Richi y Esteban, sus amigos de toda la vida, además de Siena, una chica con la que Esteban llevaba poco saliendo.
—¿Así que los dos sois actores? ¡Vaya amigos más interesantes tienes! —Le comentaba Siena a Esteban. Sofía sonrió con modestia al escuchar eso.
—Sí, mira, se conocieron hace poco rodando una película, ¿cómo era? ’La protectora’, ¿no? —Se apresuró a explicar Esteban sin dejarles meter baza.
Así era, se trataba de un papel coprotagonista para Sofía, junto a una actriz madura y muy conocida, pero de un papel de menos de un minuto y sin diálogo para Leo. Era un thriller de acción sobre una dura veterana del ejército que debía hacer de guardaespaldas para una joven heredera, interpretada por Sofía. La escena transcurría en una discoteca, ella estaba bailando sola en el centro de la pista, con un vestido minúsculo, moviéndose hacia abajo. Antes de empezar a rodar le habían mojado con spray su melena rubia y le habían untado aceite en sus hombros desnudos y en el escote, para simular sudor. Lo mismo le hicieron a él, que llevaba una amplia camiseta sin mangas, con los bíceps bien brillantes bajo la luz de los focos. Sintió una erección palpitándole en los pantalones mientras se acercaba a ella.
—Sí… compartimos una escena juntos. —Dijo Leo mirando a Sofía. —Fue estupendo formar parte de aquello.
Ella le devolvió la mirada y le dio un beso, mientras le hacía una caricia en el muslo por debajo de la mesa. Su polla se puso tan dura como la primera vez que la vio. La escena que rodaron juntos le puso a cien… y a ella también. Él se acercaba a ella por detrás y la empezaba a meter mano, le levantaba los brazos y le acariciaba las axilas… recorría todos su cuerpo, deteniéndose en sus pechos y luego bajando y bajando hasta sus muslos, y subiéndole un poco su diminuto vestido. El director había sido muy preciso en las indicaciones, y aquello fue todo una novedad para Leo, pues de todos sus trabajos, no había hecho ninguna escena tan erótica. Trataba de concentrarse y recordar que estaba trabajando, pero era imposible contener la excitación. Por suerte, el protector que llevaba en los genitales debió evitar que Sofía notase su dura polla apretada contra su culo.
—¡Ah, cierto! — exclamó Siena señalando a Sofía. —¡Tú eras la protagonista! Esa peli la vi hace poco, ya decía yo que me sonaba tu cara… pero de ti no me acuerdo, ¿de quién hacías? —añadió mirando a Leo con extrañeza.
Esteban y alguno de sus amigos estallaron en carcajadas y la chica les miró sin entender de qué se reían. A Leo siempre le incomodaban esas situaciones…
—Es normal que no te acuerdes, ella era la prota, pero yo hice solo una escena muy breve… salía en la discoteca…— explicó Leo, sabiendo que ahora sus amigos harían bromas a su costa.
—Oh, ¿tú eras el tío que…? —comenzó a decir la chica con una sonrisa de sorpresa, mientras hacía un gesto con la mano de agarrar algo.
—Sí, el tío al que la guardaespaldas se lleva a rastras de los huevos. —Interrumpió Miriam, una de las amigas de Leo.
Ahí ya todos rompieron a reír. Leo miró a Sofía y vio que incluso ella miraba hacia abajo y trataba de disimular una sonrisa.
La guardaespaldas era en realidad la verdadera protagonista de la película. Le daba vida Nuria Ramos, una actriz madura muy conocida. Su representante le había dicho a Leo que si en el futuro le preguntaban por sus trabajos anteriores en alguna entrevista, que insistiera en el privilegio que había sido interactuar con ella en una película… aunque fuera en una escena tan insignificante. Mientras el personaje sin nombre de Leo bailaba con la joven, la guardaespaldas se le acercaba y sin mediar palabra le agarraba de los huevos y lo sacaba de allí.
—Bueno, ya vale. Es solo una película… —trató de cortar Leo.
—Eh, oye, que yo te envidio, ¿vale? Ya me gustaría a mí que esa milf de Nuria Ramos me agarrase los huevos aunque fuera una vez. —bromeó Esteban mientras sus amigos reían y Siena le daba un manotazo. —Venga, ¿por qué no cuentas con detalle cómo fue? —Esteban parecía no estar dispuesto a cambiar de tema.
A diferencia de aquel otro rodaje tan desastroso que tanto avergonzó a Leo, allí fueron todos muy profesionales. Nuria fue muy amable y la toma salió bien a la primera… fue ella quien insistió en que se pusiera el protector genital para poder agarrar sin miedo y que la escena tuviera un mayor realismo. A Leo no le hubiera importado en aquella ocasión repetir la toma todas las veces que hubiera hecho falta si con ello podía bailar más veces pegado a Sofía. Aunque sabía perfectamente lo que iba a pasar, estaba tan excitado que su sobresalto fue real cuando Nuria lo apartó y le agarró el paquete con tanta fuerza que incluso pudo sentir la presión a través del protector.
—Bueno… ella fue toda una profesional. —Trató de zanjar Leo, como si no hubiera mucho más que contar.
— El caso es que Miguel… o sea, Leo, ya tiene experiencia en eso… —intervino su amiga Laura, con sonrisa pícara. —Me acuerdo de la primera vez que hizo una serie, y tenía solo una escena en la que una chica le pegaba una patada en los huevos.
—Sí, sí, y luego una vez le vi en una serie policiaca haciendo de pandillero. La protagonista les pegaba una buena paliza a todos, a uno de ellos le daba un puñetazo en todos los huevos y cuando me quise dar cuenta… ¡era nuestro Leo! —añadió Esteban mientras todos reían.
—Te estás encasillando un poco, eh… —bromeó su otra amiga.
Sofía seguía la conversación atenta y con gesto algo pensativo.
—La verdad es que casi nunca nos enseña sus trabajos. —comentó su amiga Laura, y el resto del grupo de le dio la razón, en especial Esteban.
—Tal cual, la serie esa la pillé de pura casualidad.
Era un reproche sus amigos solían hacerle, y Leo se vio en la obligación de justificarse una vez más.
—Ya os he dicho muchas veces que son papeles muy pequeños… no merece la pena. —Repitió con paciencia la letanía de siempre. — Ya os avisaré cuando consiga papeles más importantes.
—Más te vale o te estrujaremos los huevos también la vida real. —Dijo su amiga Miriam mientras fingía retorcer algo con la mano, mientras todos reían, incluida Siena, que parecía muy divertida con los comentarios.
Sofía pareció darse cuenta de que Leo estaba algo incómodo con la situación, así que salió a echarle un cable.
—En realidad trabaja muchísimo, ¡incluso más que yo! Prácticamente tiene un rodaje a la semana… no se lo tengáis en cuenta, a mí tampoco me enseña nada, son papeles de figurante muchas veces.
Leo casi se sintió aún más incómodo después de escuchar a su chica decir eso, y más teniendo en cuenta que ella ya estaba empezando a tener sus primeros papeles protagonistas. Sin embargo, Sofía le miró con una sonrisa y añadió:
—Pero… justa la semana que viene mi chico tiene un papel con bastante diálogo en una película que va a tener mucho éxito, y no puedo estar más orgullosa de él. —Le abrazó con ternura después de decir aquello. Sofía era tan dulce…Todos se sobresaltaron al escuchar aquello, Leo no se lo había dicho aún.
—Va a ser el salto al cine de Fonsi. —Añadió escuetamente a modo de explicación.
—¿Fonsi?, ¿el niñato ese que canta? —preguntó Laura.
—¡Ah, sí! ¡A mi hermana pequeña le encanta! —exclamó Siena de inmediato, mientras Esteban les miraba confuso.
—No sé ni de quién estáis hablando.
Sofía parecía encantada con la atención que había suscitado aquello entre los amigos de Leo.
—Es un cantante adolescente de moda, sí. Leo no me ha dejado leer aún el guion, pero parece que sale bastante… y la película va a tener mucho presupuesto, mucho márquetin, ya sabéis cómo va esto, vais a tenerla hasta en la sopa. Su representante le ha dicho que después del estreno podrá salir de fiesta sin que le reconozcan.
Leo ya conocía de sobra el papel… en unos días empezaba a rodar. No pudo evitar tragar saliva al recordar aquellas palabras de su representante, pero aparentó entusiasmo delante de todos y besó a Sofía.
IV
Antes de empezar el rodaje, Leo había estado yendo varias veces al estudio para pruebas con los especialistas. La película era una comedia de instituto con toques fantásticos en la que Fonsi era el protagonista absoluto y la trama giraba en torno a cómo el chico y sus amigos destapaban algún tipo de conspiración. Leo interpretaba al matón que molestaba a la pandilla del protagonista. El casting fue largo, pero finalmente le eligieron a él. Buscaban a un chico con rasgos juveniles, que pudiera pasar todavía por estudiante de instituto, aunque tenía que ser también bastante más alto y atlético que el joven Fonsi, para que resultara amenazador. No podía decirse que fuera el antagonista principal, pero sí era un papel con relevancia en la trama. Tenía varias escenas con diálogo a lo largo de la película, tanto con el protagonista como con sus amigos. Casi todas consistían en molestarles, había una persecución por los pasillos, alguna pelea… pero la escena que más trabajo iba a dar era una que tenía lugar hacia el final, en la que Fonsi dejaba fuera de juego al matón después de darle una violenta patada con patines en la entrepierna delante de todo el instituto. Cuando Leo leyó el guion pensó que no era posible que volviera a ocurrir otra vez… pero un papel así no lo podía rechazar.
La jefa del departamento de especialistas era una mujer joven, muy atlética, pelirroja y con varios tatuajes. Le saludó de manera entusiasta y le explicó cómo rodarían la escena de la patada. Fonsi usaría patines de verdad, todo ocurriría en un solo plano, por lo que no había posibilidad de usar especialistas. Él llevaría un protector más resistente de lo normal, porque la patada sería auténtica. Si todo iba bien, con una sola toma sería suficiente. Le preguntó si alguna vez le habían dado una patada ahí abajo durante un rodaje. Leo dudó al contestar y ella se rio, le dijo que no se preocupase, que para todo hay una primera vez. Claro, pensó Leo, primera vez…
La mujer le enseñó los patines que usarían para la escena y a Leo se le hizo un nudo en la garganta al verlos. Eran unos patines que imitaban la cabeza de un dragón, con un cuerno en la punta. Ella volvió a reírse al ver su cara. “No te preocupes”, dijo alegremente, “está todo controlado”. Avanzaron por el enorme estudio entre diferentes elementos de atrezo. “Fonsi no ha podido venir para ensayar la escena, tiene una agenda muy apretada, pero ya estuvo aquí el otro día practicando con los patines”, dijo mientras señalaba unos maniquíes con la entrepierna totalmente destrozada. Leo tragó saliva y la mujer le dio unas palmadas en el hombro. “Mi trabajo aquí es que no les pase nada a tus pelotillas, vamos a ver cómo te queda ese protector”.
Era ciertamente más resistente que otros que había llevado, pero también más difícil de colocar. La mujer le pidió que se desnudase de cintura para abajo, algo poco habitual porque normalmente se los colocaba él mismo sin problema. “Tengo que asegurarme de que está bien puesto, no queremos accidente por ahí abajo, ¿no?”. Aquello parecía lo bastante persuasivo para que Leo no pusiera objeciones, así que el joven se bajó los pantalones y la ropa interior mientras ella se ajustaba unos guantes. El protector se ajustaba con unos arneses a las ingles, la mujer le explicó que era el más resistente que existía, parecido al que usan los policías antidisturbios. El pene y los testículos se introducían en la cavidad con cuidado, de manera que quedaban totalmente protegidos. Y los arneses debían ajustarse al máximo, “de otra manera, un golpe desde abajo como el que te van a dar, haría que la cavidad protectora saliera disparada hacia arriba con tus genitales encajados dentro, y eso sería peor todavía porque podría cercenarlos”, explicaba la mujer, con un detallismo innecesario.
Después vinieron algunas pruebas con el supervisor de efectos especiales. Le golpearon varias veces entre las piernas para comprobar que todo estaba bien, fueron muy amables. Y profesionales, pensaba Leo. Todo esto era por su seguridad, y para que se sintiese cómodo. Él no paraba de pensar en la gran oportunidad que era trabajar en esta película y en agradecido que debía estar. En los días siguientes le esperaban también pruebas de maquillaje, de vestuario… se notaba que aquella era una producción mucho mayor que cualquier otra en la que hubiese participado. No debía obsesionarse con la escena del golpe, era solo una más, por primera vez tenía varias escenas de diálogo, eso era lo importante. Eso era lo que haría que su familia y sus amigos y Sofía se sintiesen orgullosos de él.
Quizá lo que más le incomodaba era que la patada se la fuese a dar un crío, con ellos nunca se sabe. Algunas de las experiencias más dolorosas que había tenido en los rodajes había sido con menores. Recordaba todavía el capítulo que hizo para una sitcom con público en directo, en la que interpretaba al nuevo novio de la hermana mayor, un macarra con botas altas y pantalones ajustados. Había una escena en la que estaba de pie en el salón, mientras el hermano pequeño, uno de los protagonistas, estaba sentado en el sofá. Intercambian algo de diálogo, algunas réplicas ingeniosas que provocaban las carcajadas del público. En un momento dado, su personaje se cansaba de las impertinencias del crío y subía la pierna y apoyaba con fuerza la bota sobre el sofá en el que estaba sentado el muchacho, tratando de intimidarle, a lo que este respondía levantando una escopeta de juguete que tenía en la mano y apuntándole justo entre las piernas. A nadie se le ocurrió darle un protector para esa escena, el chico lo único que tenía que hacer era apuntarle ahí, pero en una de las veces lo hizo con demasiado entusiasmo y Leo notó cómo la punta de ese fusil de plástico se le clavaba justo en uno de sus testículos. Recordaba el instante de terror, el dolor intenso, la garganta seca… no pudo reprimir un grito agudo y caer al suelo. Aquella improvisación provocó las risas y el aplauso del público de parte del equipo. Hasta que no dejaron de rodar, no se dieron cuenta de que no estaba actuando.
La otra ocasión fue con una serie similar, en la que Leo interpretaba a un repartidor de pizzas al que la hija pequeña de los protagonistas confundía con un ladrón, provocando que le patease en la entrepierna. En aquella ocasión, la patada ni siquiera tenía que ser visible en el plano, al rodarse de espaldas, por lo que las indicaciones que les habían dado era sencillamente que ella levantase un poco la pierna y que él se dejase caer. Era solo una breve escena cómica en una serie tonta, nadie buscaba demasiado realismo. Pero de nuevo, un alarde de improvisación infantil tuvo como víctima a los huevos de Leo. El empeine de aquella chiquilla se estrelló con fuerza contra los testículos del joven provocando una reacción mucho más auténtica de lo esperado y que acabaría apareciendo en el corte final. Fue una de las muchas ocasiones en las que Leo se abstuvo de avisar a amigos y conocidos de que aparecería en una serie, pues si aquellas situaciones siempre le producían un punto de vergüenza masculina, aquellas contadas ocasiones en las que sus pelotas llegaban a sufrir de verdad se convertían en un recuerdo que intentaba borrar.
V
Al fin llegó el día. Aquella escena la habían dejado para el final por su complejidad. Durante los días previos tuvo ocasión de conocer a todo el equipo y de rodar ya todas sus escenas con Fonsi. No era un chico precisamente agradable, aunque esos adolescentes a quienes la fama les llegaba demasiado pronto nunca solían serlo, pensaba Leo. Él ya no tendría ocasión de saber lo que era eso, se decía a veces, pero aun así estaba convencido de que llegaría su momento.
Justo ese día había en el plató un grupo de fans de Fonsi. Adolescentes que habían ganado como premio en un concurso asistir a un día de rodaje de su primera película. “Y tenía que ser precisamente hoy”, se dijo Leo entre dientes. Como de costumbre, Fonsi apenas le miró cuando salió a rodar. Leo se puso en sus marcas y se palpó el sofisticado protector mientras esperaba a que el adolescente terminase de saludar a sus fans. Las chicas gritaban totalmente histéricas, alguna parecía al borde del desmayo. Él era encantador con ellas, debía tenerlo muy estudiado. Se sacaba fotos, les firmaba pósters… “Vamos, chicas, calmaos que Fonsi tiene que empezar a rodar, después tiene varias entrevistas y no puede llegar tarde”, les decía la encargada de márquetin que se encargaba ese día de hacer de guía al grupo de fans. “Veréis, hoy van a rodar una escena muy especial… en la película sale un personaje que es un idiota y no para de meterse con Fonsi, así que él le da una lección, ya veréis cómo…”. Todas exclamaron al unísono. “¿Cómo, cómo?”, preguntaban ansiosas. “Estáis apunto de verlo…”, aquella mujer tenía el tono paciente y didáctico de una profesora guiando a sus estudiantes en una excursión. Sin embargo, la estrella adolescente quiso sacarlas de su intriga. “Le doy con el patín en las pelotas”, dijo mientras les guiñaba un ojo, a lo que las muchachas respondieron con risas, aplausos y gritos histéricos.
Todas ellas miraban expectantes cómo su ídolo se ajustaba los patines. Mientras, la jefa de especialistas se acercó para darle unas últimas indicaciones, a las que pareció no hacer mucho caso. A Leo le hizo desde lejos un gesto de ánimo con el pulgar en alto. Tenía la garganta seca. El set recreaba el patio de un instituto, estaban rodeado por multitud de extras, incluyendo a una chica preciosa, de ojos bonitos y enorme sonrisa que interpretaba a la hermana de Fonsi. Al parecer era su primer papel y tenía más protagonismo que Leo. “Chica con suerte”, mascullaba el joven.
Entre Fonsi y Leo había varios metros de distancia. Los dos estaban colocados sobre sus marcas, y a lo largo del trayecto que la estrella debía recorrer, había varias marcas más, indicando el momento en que debía prepararse para golpear y el punto exacto en que debía levantar la pierna. “Ánimo, Fonsi”. “Eres el mejor”. “¡Dale en los huevos!”. “Sí, ¡rómpeselos! ¡Que aprenda a no meterse contigo!”. Leo frunció el ceño, esas niñatas son conscientes de que esto es solo una película, ¿no?
En cuanto el director dio la orden, Fonsi pareció volar. Patinó velozmente hasta Leo y cuando estaba a mitad de distancia, levantó una de sus dos delgadas piernas hacia atrás, cogiendo impulso, manteniéndose en pie solo con una como un equilibrista, mientras seguía deslizando hacia adelante. Tras apenas un segundo así, lanzó su pierna hacia adelante, con una fuerza y una velocidad que Leo no había previsto. Aunque había tratado de estar lo más tranquilo posible, en aquel momento tenía el corazón a mil. Se decía a sí mismo que con aquel protector no le iba a pasar nada, pero aun así sus genitales estaban tan contraídos que por un momento pensó que, de acertarle, tampoco había mucho que golpear. Las fans contemplaban la escena sin saber muy bien lo que iba a ocurrir. El patín acabado en punto golpeó de lleno el protector, con tanta fuerza casi levanta a Leo del suelo. Durante aquel instante, su mente se nubló. La parte racional que le decía que no le iba a pasar nada quedó ahogada por el miedo primario a la emasculación. Daba igual que fuese un actor realizando un trabajo por el que conseguiría un buen sueldo y muchas oportunidades, daba igual aquello fuese solo una ficción perfectamente coreografiada, para una parte puramente animal e instintiva de su mente, solo existía el pánico de ser castrado por un macho más joven y más exitoso con las hembras. Esa angustia debió verse reflejada en su cara en el momento en que cayó al suelo, mientras las fans de Fonsi gritaban enloquecidas a su ídolo. El plano había sido perfecto, todos aplaudieron. El director y parte del equipo se acercaron para felicitar a la joven estrella. A las fans se las permitió acercarse a saludarle. No haría falta repetir la toma, el rodaje había terminado. Nadie pareció reparar en Leo, que se incorporó sin demasiada dificultad. El protector había cumplido su función, ni siquiera había sentido un golpe que en circunstancias normales podría haberle reventado los testículos. No tenía nada dañado salvo la dignidad.
Se acercó a la mesa de cáterin para servirse algo de agua. Mientras Fonsi acaparaba todas las atenciones. En realidad, las únicas que se fijaron en él fueron algunas de las fans, que le miraron al pasar, cuchichearon y se rieron. Él solo podía pensar en qué haría cuando la película se estrenase. Un papel así de importante no podría ocultárselo a nadie, pero tampoco quería que nadie lo viera. No quería enseñar esa escena a su familia, ni a sus amigos, ni a Sofía. Aunque quizás ella fuese quien mejor lo entendiera, al fin y al cabo, los dos comparten profesión. Tampoco había nada malo en ello, es solo un papel, los actores tienen que hacer de todo, de asesinos, de idiotas… ¿por qué esto debía ser diferente? Y sin embargo, otra voz dentro de su cabeza le decía que sí era diferente… mientras trataba de luchar contra estos pensamientos, la actriz primeriza de sonrisa bonita se le acercó. Parecía nerviosa, por los nervios de la primera vez, supuso Leo. Ella trató de ser simpática, dijo que se alegraba de conocerle. Él no le hizo mucho caso. La chica le dio su nombre y su número, que él guardó en el móvil mecánicamente. Lo único que quería era irse a casa. Esa misma tarde le llamaría Sofía para preguntarle qué tal había ido. Ella no sabía nada de la escena que había rodado. Aún. Pero lo acabaría sabiendo. Se dirigió a la salida, pero la coordinadora de especialistas le llamó. “Mierda, lo había olvidado”, pensó. Todavía tenía que quitarse esa cosa que llevaba puesta en los huevos.
VI
No le contó a Sofía ni una palabra sobre esa escena. De hecho, incluso él mismo trató de hacer como si no se hubiera rodado nunca. Trató de quedarse con la parte positiva. Un personaje con nombre propio, un papel con mucho diálogo. Una gran oportunidad. Mónica le llamó los días siguientes para felicitarle. “No te imaginas cómo van a promocionar esta película, en unos meses no podrás salir de fiesta sin que te reconozca alguien”. Leo sintió un escalofrío en los huevos al escuchar eso, pero de nuevo trató de decirse a sí mismo que aquello era bueno. Una gran oportunidad, claro que sí.
Durante los meses que transcurrieron desde el fin del rodaje hasta el estreno, notó que Sofía le hacía el amor con más pasión. ¿Por qué sería? Ella parecía darle mucha importancia al hecho de que por fin tendría un papel relevante. ¿Tan importante era eso para ella?, ¿significaba eso que hasta ese momento ella sentía que él no estaba a su altura? A veces esas dudas le asaltaban durante el sexo y sentía cómo su erección se debilitaba…
Los guiones seguían llegándole, papeles aún muy menores, como los que había estado interpretando hasta ese momento. “Paciencia, todo cambiará con el estreno”, le recordaba Mónica. Y sí, en casi todos seguía estando presente ese mismo elemento. Una serie policiaca en la que la heroína protagonista se zafaba de una banda de criminales, a uno le derribaba de un puñetazo en la cara, otro le hacía una llave, a otro le daba un codazo en las costillas, y sí, a otro le agarraba por los genitales y se los retorcía salvajemente mientras el tipo aullaba de dolor. Y a ese lo interpretaba Leo. Pandillero #5 era el nombre de su personaje según el guion. En otra ocasión, una comedia romántica en la que la joven protagonista y sus amigas estaban jugando un partido de tenis contra unos tipos muy molestos, y uno de ellos se llevaba un pelotazo directo en los huevos. Y de nuevo, ese era Leo. Usaron pelotas gomaespuma, así que no fue necesario que él llevara su protector habitual. El problema era que al ser tan ligeras y al rodar en exteriores, hubo que repetir la toma varias veces hasta que consiguieron que la pelota impactara justo en el objetivo. Para las actrices aquello fue muy divertido.
Cuando se decía a sí mismo que “casi” todos sus papeles contenían al menos una escena de golpe en los genitales, era porque los pocos que no, tenían alusiones verbales. En una ocasión, rodó una escena para una serie de temática medieval en la que interpretaba a un mensajero que debía llevar un correo importante. La joven protagonista, sentada en su trono con sus ropajes regios, le lanzaba una amenaza salvaje. “Al menor signo de traición por vuestra parte, haré que os arranquen vuestros atributos. De inmediato”. Aunque después de terminar la escena, el guionista pidió que se cambiase el diálogo por “…haré que me traigan vuestras pelotas en una bandeja”. Decía que así quedaría más contundente y los espectadores lo entenderían mejor. Hubo cierta discusión con la actriz sobre qué quedaría mejor, pero al final se optó por rodarlo de ambas maneras y tomar la decisión en la sala de montaje. Nadie le pidió su opinión a Leo, aunque tampoco hubiera sabido qué decir. En otra ocasión, interpretó a un inepto canguro en otra sitcom, que trataba inútilmente de imponer respeto a los hijos de la protagonista. Cuando en una escena le decía al mocoso, “¿Quieres unos azotes?” este le respondía, “¿Quieres una patada en los cataplines?”, lo que le dejaba boquiabierto y sonaban risas enlatadas.
Leo había pasado ya por varias etapas. Al principio le incomodaba, luego trató de ignorar el hecho de que ese elemento se repetía una y otra vez, contentándose con tener trabajo… pero aquello estaba llegando ya a unos niveles no podían seguir pasándose por alto. Realmente, ¿qué posibilidades había de que a un actor le ofrecieran solo papeles en los que se le dañaba o se le amenazaba con dañar en los genitales? Había actores encasillados, cierto, ¿pero era normal un encasillamiento tan específico? Y más en un actor tan poco conocido como él… ¿a qué se debería?, ¿sería cosa de su representante?, ¿quizá de la agencia?, ¿les pasaría a más actores? En una ocasión, pasó largo rato mirándose al espejo. ¿Sería por su aspecto? No tenía nada raro, estaba en forma, era apuesto… ¿le pasaba algo a su cara? Solían considerarle guapo, pero había otros más guapos que él. ¿Puede haber algo en el físico de un hombre que invite a golpearle en los huevos? Aquella era una idea estúpida, pero aquello tenía que tener una causa, no podía ser casualidad. ¿Y si era culpa suya? Lo cierto era que había rodado ya tantas escenas parecidas, que había llegado a clasificarlas. La gran mayoría eran para comedias, aunque también había algunas para escenas de acción y en menor medida para dramas. El personaje golpeado era normalmente un agresor o un personaje arrogante que recibía su merecido, aunque en otras ocasiones era un personaje idiota que era humillado de manera cómica. La estupidez y la maldad eran dos rasgos típicos de los personajes golpeados en los huevos, y en muchos casos iban de la mano. Desde luego, era muy raro que se golpease en sus partes íntimas al protagonista, al héroe de la historia. El golpe en las pelotas tiene un efecto denigrante reservado solo a los que son malvados, a los que son idiotas o a los que son ambas cosas. ¿Cómo no iba a minar aquello su autoestima? Cuando se miraba en el espejo estaba seguro de que no, pero… ¿y si había algo en su físico que le hacía adecuado para ese tipo de papeles? ¿Y si los demás se daban cuenta?
Por eso trataba a toda costa de evitar que nadie se diera cuenta de aquel denominador común en todos sus trabajos. Pero era imposible, la gente acabaría atando cabos. De hecho, ya algunos lo estaban haciendo. De vez en cuando alguien le dejaba comentarios desagradables en redes sociales. Recientemente, un tipo le había escrito, “Ey, tú eres el tipo al que Nuria Ramos agarra de los huevos en ‘La protectora’, ¿verdad?”. Borró el comentario nada más verlo, pero de nada sirvió, porque aquel chalado volvió a escribirlo poco después. Y no era la primera vez que alguien le escribía para eso. En serio, ¿qué le pasa a la gente?, se decía. ¿De verdad alguien ve una película en la que a un personaje sin nombre le golpean en los huevos y se dedica a buscar en internet quién es el actor? ¿Y si era alguien a quien él conocía y que quería humillarle? ¿Quizá algún antiguo compañero del instituto que le tenía envidia? Debía ser eso, al fin y al cabo, él era actor y estaba triunfando, no debía olvidarlo. Sí, eso era, algún envidioso. O quizá no, quizá solo se estaba volviendo paranoico… debía estar preparado, en cualquier caso, ese tipo de comentarios serían más habituales cuando se estrenase la película de Fonsi. Maldita sea, no sabía si estaría preparado para aquello.
VII
El día del estreno estaba cada vez más cerca, la promoción estaba a punto de empezar. Las llamadas de Mónica eran frecuentes y también los correos de gente de la productora. En uno de esos correos fue donde le mandaron el tráiler final. Le pidieron a todo el equipo que compartiera en sus redes sociales el día que arrancase la campaña de promoción. Cuando lo vio, se le hizo un nudo en la garganta. La escena de la patada aparecía justo al final del tráiler. Visto desde fuera, resultaba totalmente humillante, pero esa era justo la idea. Fonsi resultaba totalmente cool, pensó Leo, con sus vaqueros ajustados y aquellos patines tan molones, el héroe de la película, doblando de una devastadora patada en los cojones a un tipo varias cabezas más grande que él. Justo la clase de papel que le hubiera gustado interpretar a él a esa edad. Pero no, en su lugar había terminado interpretando al idiota al que le rompen los huevos para que todo el mundo se ría. Sentía cómo su polla se encogía al pensar aquello. Pero era trabajo…
Tuvo que dedicar varios minutos a pensar con qué texto acompañar la publicación de tráiler en sus redes. No es que tuviera muchos seguidores, principalmente sus amigos y algunas chicas que le seguían porque le consideraban guapo. Hasta ese momento sus papeles habían sido tan pequeños que no había estado obligado por contrato a hacer campaña de sus películas, y tampoco los golpes en los huevos habían aparecido en el material promocional. Aquello era nuevo. ¿Qué podía decir? ¿Venid todos a ver cómo un niñato de mierda me rompe los huevos? Finalmente optó por un neutro “Marcad este día en el calendario”, acompañado por la fecha de estreno. Los comentarios comenzaron a llegar en cuestión de minutos. Emoticonos de aplauso. Bien. Antiguos compañeros que le felicitaban. Una prima suya le decía que se alegraba mucho. Con suerte igual no había visto el vídeo hasta el final… Desconectó el móvil antes de ir al gimnasio, pero a la vuelta le ardía de notificaciones. Muchos comentarios, muchas reacciones, la mayoría positivas. Nadie hacía alusión a la escena final, menos mal… pero la habían visto, eso seguro… siguió leyendo más y más comentarios. Vaya, tenía que ser Esteban… su mejor amigo le había contestado diciendo, “Marcado. Aunque no sé por qué debería pagar para que ver cómo te patean las pelotas cuando podría hacerlo yo mismo”. Ese comentario tenía varias reacciones positivas y emoticonos de risas, la mayoría de todos sus amigos, incluso de la tal Siena, la amiga de Esteban, pero también de gente que ni siquiera conocía, lo cual le incomodó más.
Esteban tenía que hacerse el graciosete, cómo no. Trató de pensar una respuesta, quizá algo ingenioso, tomárselo a broma, demostrar que no le importaba mucho. Pero al final lo único que se le ocurrió poner fue, “Es alarmante cuantos de mis ‘amigos’ disfrutan la idea de patearme en las pelotas…”. Tendría que acostumbrarse a ese tipo de bromas, a partir de ese momento serían más habituales. Era eso, o ver menos a sus amigos, cosa que no descartaba. Quien no comentó nada fue Sofía, ¿sería que no lo había visto? ¿o era que le avergonzaba?
A medida que pasaban los días, la promoción se fue intensificando. El tráiler se compartía en redes sociales, salía por la tele, miles de adolescentes lo compartían de manera compulsiva… y sí, había multitud de comentarios sobre esa impactante escena en la que la estrella adolescente le soltaba una contundente patada en la entrepierna a un tipo. Y eso que la película aún no se había estrenado. Leo decidió no leer nada al respecto. Tenía que quedarse con lo positivo, se seguía diciendo. Había hecho un buen trabajo en aquella película, se repetía. Aquello tendría sus frutos, esperaba…
Las marquesinas de los autobuses se llenaron de posters de la película. En todos ellos aparecía Fonsi, la estrella. Con diferentes poses, con diferente ropa… algunos eran posados promocionales, otros eran escenas tal cual de la película… y sí, para horror de Leo, uno de los posters era el momento de la patada, congelando el instante mismo del golpe. Se apreciaba la salvaje y jovial sonrisa de Fonsi y la cara de pánico del pobre y patético tipo al que estaba hundiendo su destructivo patín en las partes bajas.
No tenía ni idea de que fueran a usar aquello como material para posters ¿No era suficiente haberlo metido ya en el tráiler? La primera vez que lo vio, iba paseando con Sofía. Notó cómo sus genitales se encogían hasta casi desaparecer. Ella no dijo nada, no hubo ninguna reacción por su parte. ¿Tanta vergüenza le daría? No sea atrevía si quiera a preguntarlo. Ella seguía diciendo que se sentía orgullosa de él, pero Leo pensaba que cada vez lo decía menos. Y con menos convicción.
VIII
Sofía estaba preciosa con su vestido la noche del estreno. Fueron juntos al teatro donde se celebró la premiere. Él siempre había soñado con estar en un evento así. Y por fin lo estaba, junto a una novia que parecía una auténtica princesa. Debía centrarse en eso. Eso era triunfar, y las cosas solo irían a mejor, como le decía Mónica. Pese a todas sus dudas e inseguridades, en aquel momento sentía que era cierto. Apretó la cintura de Sofía y sonrió a las cámaras. Antes de entrar a la sala, hubo un momento para posar junto al equipo, aunque quien acaparaba toda la atención era la estrella. El muchacho sonría de manera artificial, entregado a sus enfervorecidas fans. Gesto adorable, gesto pícaro, sus registros habituales. En realidad ni siquiera es actor, pensaba Leo.
Ya no cabían más periodistas alrededor de Fonsi. Tanto era así, que algunos se conformaban con entrevistar a otros miembros del reparto. Una reportera se acercó a Leo, le preguntó cómo se llamaba y qué podía decir de su personaje. Era la primera vez que eso le pasaba, estaba tan nervioso que apenas le salían las palabras, pero era un profesional. Era actor, había nacido para eso. “Bueno, mi personaje…” empezó a decir, “le va a dar muchos problemas al protagonista… puede parecer el típico matón de instituto, pero la verdad es que le he intentado añadir más matices, creo que si lo piensas bien es más complejo que eso…”.
Fonsi, que ya había terminado con la prensa y se disponía a entrar en la sala, se acercó a la reportera que entrevistaba a Leo y gritó junto al micrófono, “Sí, le pego en los huevos”, mientras daba una palmada en la entrepierna de Leo, que no pudo evitar doblarse del dolor y el sobresalto. La reportera se llevó la mano a la boca y miró a cámara con gesto divertido. Las fans de Fonsi que estaban presentes estallaron en aplausos y carcajadas. Sofía estaba presente, pero Leo no se atrevió ni a mirarla. El chaval le había acertado de lleno en los testículos, trató de incorporarse con gesto dolorido mientras la cámara seguía grabando. Apenas podía asimilar lo que acaba de ocurrir. Lo de la película era ficción, pero en aquel momento acababa de recibir un golpe en los huevos de verdad, delante de las cámaras y en directo. Hay un límite de humillaciones que un hombre puede soportar, pensó Leo, y en su caso estaba cerca de rebasarlo.
Entró a la sala sin comprobar si quiera si Sofía iba con él. Realmente lo que quería era huir. Entrar en aquella sala oscura y desaparecer. La vergüenza que sentía era tan grande que ni siquiera podía pensar en ello… solo en el dolor punzante de sus órganos reproductores. Un acomodador le indicó dónde debía sentarse, en una de las primeras filas, junto al resto del reparto. Fonsi estaba sentado justo delante, en la primera fila. Le hubiera arrancado la cabeza a ese renacuajo. También en la primera fila estaba sentada la chica de la enorme sonrisa, que volvía la cabeza para mirar a Leo. Él bajó la vista cuando sus miradas se encontraron. Ella sonreía. Se estaba riendo de él, claro. Como todo el mundo. Al rato llegó Sofía y se sentó junto a él. No sabía por qué había tardado tanto, ni le importaba. En aquel momento, no quería ver a nadie. La proyección empezaba justo en ese momento, así que no cruzaron ni una palabra.
La película pasó ante los ojos de Leo sin que él le hiciera el menor caso. Deseaba terminar cuanto antes con aquella mierda. Solo le sacó de sus pensamientos aquella escena. La escena. La pierna cogiendo impulso, el patín con punta de cuerno, la cara de pánico. La humillación. La sala estalló en risas. Las fans aplaudieron. Todos odiaban al personaje, lo merecía. Miró a Sofía. Su cara parecía inexpresiva. ¿En qué estaría pensando? Estaba claro que esa chica no podía verle de la misma manera después de aquella noche.
La película terminó, después había un cóctel, pero él se quiso marchar. Sofía no se opuso. En el taxi, Leo escrutó el gesto de ella, parecía contenta.
—Parece un chaval majo el tal Fonsi…
Leo la miró sin dar crédito, ¿de qué estaba hablando?, ¿pero cómo podía decir algo así después de lo que había pasado?
—Ay, estoy tan contenta… ¿sabes con quién he hablado antes de la peli? ¡Con el mánager de Fonsi! Me ha propuesto salir de protagonista en su próximo videoclip. ¿No es genial? —Su cara brillaba de entusiasmo.
Aquello ya era demasiado para Leo… permaneció en silencio hasta que el taxi se detuvo, Sofía pareció no darle importancia. Estaba eufórica. Esa debía ser una noche especial y habían quedado en pasarla juntos. En el apartamento de ella, porque era más grande… pero Leo no tenía ganas de nada. Nada más subir, Sofía se metió en el baño para desmaquillarse. Él se tumbó en la cama, con el móvil en las manos, y empezó a mirar las redes sociales. Se le heló la sangre con lo que vio. El vídeo de su golpe en los huevos durante el estreno se había hecho viral… cientos de personas estaban comentándolo en ese momento. Comentarios jocosos, soeces, hirientes, humillantes. “Estoy seguro de que después de eso está cantando unas octavas más alto.” Uno tras otro. “Creo que escuché algo estallar”. En cascada. “¿Todavía le queda algo ahí abajo?”, “Supongo que sus pelotas son arte moderno ahora”, “Le dieron en todos los cocos”. Cada comentario de esos era como un nuevo golpe. “Ya no tendrá hijos”, “Ooooh, esas pobres pelotas…”, “Eso tiene que doler mucho”. De hecho, cada uno de esos comentarios dolía más que el propio golpe. “Chico bueno, chico malo… nadie se merece eso lol”. Comentarios tanto sobre el vídeo de la premiere como sobre la escena de la película. “¿Una bota con púas directa a los kiwis de carne? Incluso si eres el malo, nadie merece ese destino.” No existía diferencia entre la realidad y la ficción. “Lmao ese tipo perdió sus bolas” Cada comentario era como si le apretasen un poco los huevos… “¿Existe la esperanza de que pueda embarazar a alguna chica?” …Y se los arrancasen. “Uffff, eso ha debido capar al pobre tipo”, “¡Pensé que le explotarían los huevos!” Aquella noche era un chiste. “Antes del golpe era un chico guapo. después del golpe… ya no creo que sea chico XD”. Un meme. “Pobrecito lo castraron”. Aquella noche era simplemente el tío al que Fonsi había pegado en los huevos. Dos veces. “Pobre tipo, de todos los golpes que ha dado Fonsi, él recibió el peor de todos, directo en las bolas. No quiero imaginar cómo se sintió eso.”
Como si le hubiesen arrancado las pelotas, así era como se sentía. Como si un niñato de mierda sin media hostia le hubiera arrancado los cojones delante de todo el mundo… y luego se los hubiera regalado a su propia novia con un lacito. Y ella tan contenta.
Sofía salió del baño con ganas de marcha. Se le puso encima y le empezó a besar. “Esta es una noche muy especial… hay mucho que celebrar”, dijo con una sonrisa de pura felicidad, mientras se mordía el labio de manera juguetona y bajaba su mano hasta la entrepierna de Leo… pero aquella zona no podía estar más fría. Tanto como si estuviera vacía. Como si hubieran pasado por allí unas tijeras de podar. En aquel momento, Leo sintió asco. De sí mismo, de Sofía y de todos. La apartó, se levantó y se fue. Oyó cómo ella le llamaba a voces, pero no hizo caso. No quería ver a nadie en mucho tiempo.
IX
En los días siguientes el móvil de Leo hervía con llamadas, mensajes y notificaciones, pero él no hacía ni caso. Estaba encerrado en su apartamento, sin hablar con nadie, durmiendo hasta tarde, apenas comiendo, sin ir al gimnasio… en alguna ocasión incluso sonó el timbre de su portal, pero lo ignoró igualmente. Cuando consiguió reunir fuerzas para enfrentarse a la realidad, lo primero que miró fueron los numerosos mensajes de Sofía, además de varias llamadas… se observaba una progresión de la preocupación a la ira, siendo el último de ellos el más agresivo.
“Me parece muy egoísta esto que estás haciendo, no he parado de darle vueltas y por fin lo entiendo, lo que te pasa es que tienes envidia de que las cosas me vayan mejor que a ti, eres un machito que no soporta tener una novia a quien las cosas le van bien, que consigue mejores papeles y que está a punto de salir en un videoclip. Pues que sepas que lo último que necesito en mi vida es un pichafloja que no me apoya en mis éxitos. Sí, pichafloja, ¿o te crees que no me he dado cuenta de que no se te levanta últimamente? Y qué casualidad que ha coincidido con la época en la que a mí me va mejor… pues no te preocupes que si mi éxito amenaza tanto tu ridícula polla ya no me vas a ver más. Ya me buscaré a otro, seguro que hasta Fonsi folla mejor que tú y se le pone más dura, ¡desgraciado!”
Ya estaba, su relación había terminado en aquel momento. Cada palabra tuvo el efecto deseado y le golpeó justo donde más dolía. Podría haberse pasado todo el resto del día tirado, llorando, lamentándose… pero aquella constatación de que su vida se estaba yendo a la mierda fue justo el revulsivo que necesitaba. Algo tenía que hacer, no podía permitir que todo se desmoronase. Cogió el teléfono e hizo lo que tendría que haber hecho mucho tiempo atrás, llamar a Mónica. Comprobó que tenía también varias llamadas perdidas de ella…
—Vaya, el bello durmiente. —La voz de aquella mujer morena de mediana edad sonaba por teléfono tan jocosa como siempre. —Ya tuviste que pasarlo bien la otra noche en el estreno, ¿llevas varios días de resaca o es que has estado celebrándolo con tu novia? Déjala descansar un poco, chico.
Leo trató de ser lo más directo posible. Tanía claro lo que quería decirle.
—Oye, Mónica… tenemos que hablar
—Sí, sí, ya sé que tendrás mucho que contarme, pero mira, como te dije, tengo aquí algunas ofertas para ti y…
—No, hay algo que tengo que decirte… ya no puedo más
—¿A qué te refieres? —aquello pareció descolocarla por completo.
—¿Por qué me está pasando esto a mí, Mónica?, ¿qué he hecho? ¿Cómo es posible que me lleguen solo esa clase de papeles?
—Ah, ¿dices papeles pequeños? Bueno, hombre, ya lo hemos hablado muchas veces y ya sabes que eso está cambiando justo ahora…
—No, papeles en los que me patean en los huevos, o me los agarran, o amenazan con cortármelos. En serio, Mónica, ¿qué coño pasa?
—¿QUÉ? Leo, ¿estás borracho o qué? No entiendo ni una sola palabra. —El desconcierto de la mujer parecía totalmente sincero. —Espera, ¿tienes esto algo que ver con el vídeo ese que circuló el día del estreno? Porque tengo que decir que fue todo un éxito. Ayudó a viralizar la película y a ti te dio visibilidad durante unas horas.
—Aquello ya fue demasiado, Mónica. ¿Cómo pretendes que me sienta después de que me humillasen así? —Leo se estaba sincerando por primera vez alguien.
—Bueno, hombre, no seas tan dramático. Aquello fue solo una broma entre chicos… los miembros de muchas boybands lo hacen constantemente y a las chicas les encanta, es simplemente algo gracioso. ¿No te acuerdas de One Direction? Pero oye, si ese es todo el problema…
—Mónica, el problema no es ese, —interrumpió Leo. —El problema es que no he hecho ni un solo personaje que no sufra algún tipo de agresión o amenaza en los putos huevos, Mónica, y ya empiezo a estar harto. Me está afectando…
—A ver, a ver… ¿esto va en serio? Has interpretado toda clase de papeles, has salido en series y películas de géneros distintos… vale, sí, generalmente con poco protagonismo y entendería que eso te preocupase, ¿pero qué es esta puta chorrada que me estás contando?
—¿En serio me quieres hacer creer que no te has dado cuenta?
—¡Pues claro que no! ¿Cómo me voy a fijar en esa chorrada?, ¿crees que hay alguien tomando ese tipo de decisión o qué?
—¿Por qué me ofrecen siempre esos papeles?
—Mira… yo soy tu representante, ¿vale? Tuya y de muchos más. Me dedico a mover vuestros currículums, a contactar con productoras, son ellas las que se interesan o no y yo os lo comunico… ¡y tú has trabajado con decenas de productoras diferentes! No hay alguien malvado que quiera… yo qué sé, darte papeles en los… ¿te pegan en los huevos? Dios… ni siquiera me puedo creer que estemos teniendo esta conversación. Además, por lo que sé últimamente muchos estudios manejan simplemente bases de datos con información de actores en función de la edad, el físico… para papeles tan menores como los que has hecho hasta ahora, puede que hasta el proceso de selección ni siquiera lo haga una persona, sino un algoritmo. Sencillamente, no podemos hacer nada…
—Mónica… lo dejo. —Decir aquello le dolió más que ninguna otra patada en los huevos.
—¿Cómo que lo dejas?
—Sí, vuelvo a la publicidad.
—¿Pero qué me estás diciendo? ¿Te das cuenta de la cantidad de puertas que se te abren ahora? ¡De todo el tiempo que llevabas esperando esto!
—No es lo que quiero, Mónica… yo era más feliz antes, cuando era adolescente. Los anuncios que hacía los veían mis amigos, mi familia… y no me sentía avergonzado por ello. Quiero volver a eso.
—Bueno, vamos a hacer una cosa, te voy a dar unos días para que te lo pienses y…
—No hay nada que pensar, solo quiero acabar con esto, por favor. Acabo de cortar con Sofía, estoy pasando por un mal momento…
—Mira, me viene un chico con una chorrada así y dejaría de representarle de inmediato, pero tú y yo llevamos ya muchos años. Si es lo que quieres de acuerdo. He hablado justo estos días con algunos estudios para un par de papeles que podían interesarte. Son personajes secundarios, pero con más diálogo de lo habitual. Pero oye, puedo decirles que no te interesa y ya está.
Por un momento, dudó.
—¿Hay alguna escena de golpes en…?
Mónica resopló.
—Qué rarito eres, chico… pues déjame que lo mire a ver… — Estuvo en silencio durante un par de minutos, releyendo el guion. —Pues sí, la verdad es que sí… —dijo con extrañeza.
Leo suspiró.
—Mónica… déjalo. Diles que no. Mándame lo que salga de anuncios, ¿vale?
—Está bien. —La mujer sonó fría al otro lado del teléfono. —Pero te lo advierto, una vez se rechazan papeles más importantes, es muy difícil que vuelvan. Si en algún momento quieres salir de la publicidad, habrás dado varios pasos atrás.
A Leo no le importó. La idea de volver a hacer anuncios como los de antes le resultó gratificante. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió aliviado. Las cosas irían mejor.
X
No volvió a tener noticias de Mónica hasta varios días después. Le mandó un correo electrónico con varias ofertas. “Lo siento. Es lo que hay”, rezaba el texto del mensaje. Leo supuso que lo diría porque serían papeles pequeños, quizá sin diálogo. Papeles sin diálogo en publicidad era desde luego volver a lo más bajo, pero no le importaba. Cuando leyó el guion fue como si los huevos se le cayeran al suelo. No es posible, se decía. No, no, no. Le entraron sudores fríos. No podía aceptar aquello. Ni de coña, ya estaba bien. ¿Pero qué pasaba? Dejaría la interpretación, se dedicaría a otra cosa, ya daba todo igual… No, tenía que usar la cabeza. Quizá el problema era que hasta ese momento había sido poco selectivo. Tenía dinero en la cuenta, podía estar un tiempo sin trabajar. Esperaría. Mónica tenía razón, sería solo casualidad. ¿Era eso posible? Tenía que serlo. Esperaría hasta que le llegase algún papel donde no pasase… eso. Tendría que llegar, era pura estadística.
Pasaron las semanas, retomó la rutina del gimnasio, se compró libros de autoayuda. Evitó quedar con nadie, pero al menos contestaba a los mensajes, aunque sin hacer mucho caso. Decía que estaba ocupado. Y era verdad, lo importante era estar en paz consigo mismo, eso decía un libro que se estaba leyendo en aquel momento, escrito por un gurú nepalí. Buena lectura.
Las ofertas de Mónica siguieron llegando, y él las siguió rechazando. Pero su céntrico apartamento y la cuota de su gimnasio y los libros de autoayuda no se pagaban solos, así que su cuenta seguía bajando. ¿Se había planteado en serio lo de dejar la interpretación? Claro que no, él era actor. Había nacido para eso. Con el tiempo, empezó a verlo todo más en perspectiva. Quizás no era para tanto, estaba haciendo un drama. Quizás la culpa de todo la tuviera Sofía. O sus amigos. Quizá debería alejarse de las personas tóxicas. Eso lo decía otro de los libros que estaba leyendo, escrito por un psicólogo argentino. Otra buena lectura.
Una sola vez, se dijo. Un trabajo más, que le permitiera sacar lo justo para pasar el mes siguiente, ya a partir de ahí vería qué hacer. Echó un ojo a las últimas ofertas que le había mandado Mónica. Un anuncio de crema depilatoria para mujeres en el que una chica atractiva no puede evitar patear accidentalmente a un médico en los huevos durante una revisión por lo sensible que tiene la pierna… un anuncio de refresco en que un joven recibe un balonazo en los testículos… otra de un chicle en el que la mascota de la marca comercial pateaba a un cantante durante una pésima actuación, para regocijo del auditorio. Al parecer la criatura estaba hecha mediante animación. Bueno, aquello podía ser una opción, sopesó Leo. Al menos no tendría que interactuar con ningún otro actor y no habría riesgo de golpes accidentales…
No, ¿a quién quería engañar? El remedio había sido peor que la enfermedad, los anuncios tenían mucha mayor difusión, los vería todo el mundo. Después de protagonizar un vídeo viral en el que el cantante juvenil más famoso del momento le golpeaba en los huevos, lo último que necesitaba era aparecer en un anuncio en el que una mascota animada le hacía lo mismo. Se convertiría en un chiste… pero era eso o no comer. O perder su apartamento, o trabajar en un supermercado. Tampoco pasaría nada. Lo material no es importante, decía otro de sus libros, escrito un coach crudivegano… y una mierda. Cogió el teléfono y llamó a Mónica. Haría el maldito anuncio.
XI
Se dijo a sí mismo que solo una vez, pero no fue así. Después vinieron más. Rodajes rápidos, dinero rápido. El protector genital como compañero habitual cuando era necesario. Cuando no, una simple caída, un gesto de dolor y a casa.
Algunos de esos anuncios ya se estaban emitiendo, apenas se atrevía a buscarse a sí mismo en internet. Se habría convertido en el tío de los golpes en los huevos. Brillante carrera como actor, lo que todo niño desea, sin duda… hasta que un día, la curiosidad le pudo. Lo primero que sintió fue alivio al descubrir que su nombre apenas ofrecía resultados. Aunque también una pequeña y secreta decepción. Inconfesable, tal vez. Cuando leyó todos aquellos comentarios horribles en el apartamento de Clara, se sintió humillado como pocas veces… pero viéndolo con distancia no dejaba de ser una forma de reconocimiento. La gente a fin de cuentas sabía quién era. Volvió a entrar en sus redes sociales, por primera vez desde hacía tiempo. Comentarios nuevos, pero no tantos como esperaba. Algunos amigos que se interesaban por él, algunas chicas que le comentaban fotos antiguas… y sí, algunos comentarios soeces respecto al vídeo con Fonsi. Visitó los perfiles de aquellas personas, quería ponerles cara. Tipos vulgares, nada llamativo. Lo que sí captó su atención fue una cuenta con un extraño nombre en inglés… la visitó. Era una cuenta al parecer dedicada a recopilar escenas de tipos siendo golpeados en los huevos en películas y series… en muchas de las cuales aparecía él. Eso podría haberle enfadado, podría haberle avergonzado, pero lo que más sintió fue curiosidad. ¿Quién haría eso y por qué?
Continuó indagando, todos esos vídeos contenían reacciones de otras cuentas, muchas de las cuales tenían esa misma palabra en inglés en el nombre o la descripción. ¿Golpeando pelotas?, ¿era eso lo que significaba? La escribió en el buscador. Muchos de los resultados que se le ofrecían eran de extraños vídeos porno. ¿Era aquello una movida sexual rara?, ¿una especie de fetiche? Habría gente que se excitaría con… ¿eso? Se le ocurrió escribir esa palabra junto a su propio nombre… había nada menos que un hilo entero con decenas de páginas dedicado a él en un foro. Diferentes usuarios aportaban diferentes escenas de todos y cada uno de sus trabajos, algunos de los cuáles ya ni recordaba. Se le hizo un nudo en la garganta al ver un vídeo en el que se recopilaban todas las humillantes tomas falsas de aquella nefasta serie que rodó en sus inicios. ¿Pero de dónde habrían sacado es? Al parecer, eso mismo preguntaba otro usuario, entusiasmado con el hallazgo. “Está en los contenidos extra de la edición en DVD de ‘Promoción extraña’, la serie se canceló y ahora está descatalogada, pero la guardo como una joya”. Leo ni siquiera sabía que aquella basura hubiera llegado a editarse. “A mí el actor me da igual, pero ver a tantas mujeres bonitas golpeando a un tipo me pone a mil”, “Desde luego, ver el nombre de Leo Lauren siempre es garantía de buen material”. Páginas y páginas de comentarios. “A mí me pone muy cachonda, una de mis mayores fantasías es ser yo quien le rompe las pelotas”. Tanto de hombres como de mujeres. “¿Pero cómo creéis que es posible que siempre tenga ese tipo de escenas?, ¿pesáis que es de los nuestros?”. Preguntas, comentarios, opiniones en torno a él. Personas dedicando su tiempo a hablar sobre él. Con interés, con curiosidad, con admiración, con deseo. Leo no podía creer lo que tenía ante sí. Aquello tenía un nombre. Eran sus fans.
Solo le llevó un par de minutos registrarse en aquel foro. Eso que estaba haciendo era una locura, se dijo. O quizá no. Publicó un primer mensaje en aquel hilo diciendo quién era y agradeciéndoles a todos sus aportaciones. Las respuestas no tardaron en llegar, en su mayoría eran de mofa o incredulidad. No se creían que realmente fuera él… dudó durante unos instantes antes de hacerlo… pero finalmente se sacó una foto junto a la pantalla de su ordenador, con la ventana del foro abierta, mientras levantaba el pulgar. Aquello provocó toda una cascada de mensajes que estuvo respondiendo durante toda la tarde. Contestó con el mayor esmero y sinceridad. ¿Usaba algún tipo de protección?, ¿alguna vez le habían hecho daño?, ¿cómo le hacía sentir rodar todas esas escenas?, ¿alguna vez se había puesto cachondo? Contó detalles técnicos, habló de la vez que conoció a su ex, de los golpes que más le habían dolido… tratando de describirlos con el nivel de detalle que “sus fans” le demandaban. Y habló sobre la vergüenza que sentía al principió… “pero ya no”, escribió.
De entre todos los comentarios, hubo uno que le llamó especialmente la atención. “Encantada de leerte por aquí, Leo. Espero volver a coincidir contigo en otro rodaje, y que podamos hablar más”. La usuaria que respondía al nombre de badgirl00 terminaba aquel comentario con un emoticono guiñando el ojo. ¿Pero quién sería? No pudo evitar preguntárselo y ella respondió al minuto. “¿Por qué no me llamas y hablamos? Tienes guardado mi número”. En aquel momento lo recordó a la chica de enorme sonrisa que interpretaba a la hermana de Fonsi. Aquella chica primeriza… ni siquiera recordaba su nombre. Buscó nervioso en la agenda de su móvil, debía estar entre los últimos números guardados… Sí, allí la tenía. Clara.
El teléfono apenas dio dos tonos antes de que ella descolgase.
—Hola, Leo. —En su voz se apreciaban nervios y excitación.
Él tragó saliva y respondió. La conversación fluyó con más naturalidad de lo que esperaba. Aquella chica era prácticamente una desconocida, pero se sentía bien hablando con ella. Le confesó lo mucho que se excitaba viendo sus escenas, eso a él debería haberle parecido muy raro, pero le gustó oírlo. Ella le dijo que era de otra ciudad, pero que desde el estreno de la película de Fonsi, tenía varios castings pendientes, así que se había quedado allí, alojada en un hotel. Él no dudó en invitarla a su apartamento. Le dio la dirección y ella aceptó sin pensarlo. Mientras la esperaba, continuó contestando mensajes. “Los anuncios están bien, pero prefería verte en películas y series, ¿cuándo volverás a hacer alguna?”. Leo respondió escuetamente, “pronto.”
Aquel era justo el estímulo que necesitaba. Cogió el teléfono y llamó a Mónica, pero saltó su buzón de voz.
—Hola, Mónica, soy Leo. Oye… llámame cuando puedas, ¿vale? Verás, quiero deja la publicidad. Esta vez aceptaré lo que sea, olvida todas aquellas chorradas que dije. Estoy listo para volver.
XII
El timbre de su apartamento de su apartamento sonó. Al abrir, Clara le sonreía. Era más bajita que él. Pelo moreno oscuro, piel clara… con aquella sonrisa alegre, entre inocente y pícara. Ella sabía a lo que venía y él también. Ella se abalanzó sobre él. Leo comenzó a comerle la boca mientras Clara le sobaba el paquete. Se lo tocaba y se lo estrujaba como si quisiera memorizar con sus dedos cada milímetro de su polla y sus huevos. Cayeron sobre la cama mientras ella se apresuraba a desnudarle. Leo se quitó la camiseta mientras Clara le despojó con fuerza de sus pantalones y de lo que llevaba debajo. El sexo de Leo quedó expuesto ante ella, que lo miró extasiada. Agarró sus pelotas con fuerza, lo que le hizo estremecerse. El sonido del móvil de Leo interrumpió el momento. Él estiró el brazo hasta alcanzarlo, mientras Clara se mordía el labio, visiblemente excitada, sin soltarle el escroto.
—Escúchame bien, tengo algo para ti, y has tenido mucha, pero que mucha suerte. Te adelanto que no es gran cosa, ya te dije que rechazar ofertas te haría retroceder. Pásate mañana por la agencia y lo comentamos.
—Genial, gracias Mónica… oye, tiene escenas de esas, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa. Mónica resopló al otro lado del teléfono.
—Sí, Leo, es un papel muy pequeño que consiste básicamente en una escena “de esas” —dijo ella con voz de paciencia remarcando bien cada sílaba. —Pero me has dejado bien claro que no te importaba, así que más te vale que sea así, porque si no una que yo me sé te va a dar una buena patada en ese sitio que tanto te importa, pero de verdad, ¿vale?
Tan solo un día antes, ese comentario le hubiera hecho sentirse terriblemente humillado, pero en aquel momento sonrió. Clara estaba lo suficientemente cerca como para escucharlo todo y se puso aún más cachonda cuando oyó aquello, apretando todavía más sus testículos, hasta el punto de hacerle casi gritar.
—Estupendo, mañana nos vemos, Mónica, un abrazo. ¡Y gracias! —Se despidió apresuradamente.
Tiró el teléfono a un lado mientras volvía a besar a Clara y la trataba de desvestir con ambas manos, mientras ella seguía agarrando sus frágiles gónadas. Hacía tiempo que a Leo no se le ponía tan dura.
XIII
—¿Rosalía de Castro?
—La joven Rosalía de Castro. —Matizó Mónica.
—No sé mucho de Rosalía de Castro, pero…
—Pues olvida lo poco que sabes de ella. Aquí es una chica feminista y empoderada. Apple TV estrenó hace poco una serie sobre la joven Emily Dickinson y algún productor español ha decidido que nosotros no íbamos a ser menos. A lo que iba, el caso es que en el episodio piloto hay una escena en la que unos pretendientes muy molestos la incordian en una fiesta.
—Y entiendo que uno de ellos se lleva una patada en los huevos.
—Un rodillazo para ser más exactos según el guion, sí. Y ahí es donde encajas tú.
—Y dices que se rueda mañana mismo, ¿no?
Mónica le miró con extrañeza.
—No sé a qué se debe este cambio de actitud y no sé si quiero saberlo… oye, perdona si he sido dura contigo. Me alegra mucho que hayas recapacitado… y si quieres puedo intentar que no te den este tipo de escenas… quiero decir, si tanto te incomoda.
—Oh, no, no, Mónica. Ya te lo he dicho, olvídalo, por favor. Es más… ¿puedes asegurarte de que a partir de ahora solo me lleguen papeles que contengan escenas de estas?
Mónica puso los ojos en blanco.
—Mira, chaval, a ti no hay quién te entienda.
Leo sonrió al recordar aquella conversación. Se miró en el espejo del camerino una vez más… un camerino que compartía con otros cinco figurantes. Vestía un chaleco, un frac con faldón y unos pantalones la mar de ceñidos que le remarcaban exageradamente la entrepierna, en gran medida a causa del protector. Según el guion, su personaje era Joven apuesto #3. En otros tiempos le hubiera avergonzado esa clase de papel, pero ya no. Sabía que sus fans lo apreciarían.
El rodaje estaba a punto de empezar, debía salir de inmediato. Dudó un momento, pero finalmente metió la mano en sus ajustados pantalones y, no sin dificultad, se quitó el protector genital y lo dejó en el camerino antes de salir. Se lo debía a sus fans.
Todo el mundo estaba ya listo en el plató. Clara le había acompañado y estaba al fondo observando. Le sonrió al pasar y se relamió los labios. Debía estar cachonda perdida, pensó Leo, y sintió cómo su polla se endurecía.
La joven actriz protagonista estaba frente a él, con su enorme vestido de época, lista para empezar.
—Muy bien, guapa, recuerda lo que te he dicho, pégale sin miedo, ¿vale? Con todas tus fuerzas, para que quede creíble. Que no te preocupe hacerle daño, lleva un protector ahí metido… ¿no ves cómo le abulta? —dijo la directora, a lo que la chica asintió con seguridad.
Venga, pensó Leo, hazlo por tus fans.
En cuanto la directora dio la señal, la chica le agarró por los hombros para coger impulso, puso cara de rabia y levantó la rodilla con todas sus fuerzas, estrellándola sin piedad contra el apretado bulto que sobresalía entre las piernas del joven actor. Leo sintió como aquel contundente golpe aplastaba sus desprotegidos testículos contra la pelvis. El dolor fue tan intenso que se le nubló la vista. Se dobló al instante, abriendo la boca pero sin apenas fuerzas para gritar, lo máximo que pudo emitir fue un grito ahogado de pura agonía. Se presionó la entrepierna con ambas manos mientras sus pies se tambaleaban, con su cuerpo doblado en ángulo recto, hasta que finalmente cayó al suelo. Ninguno de los presentes esperaba una interpretación tan realista por parte de aquel figurante. Risas, caras de asombro. Aplausos.