IRINA GARCÉS
—¡Un toque de romero!, un trago de vino blanco o si quieres la botella y media, ¡no importa!, tapando la botella con un corcho. —Si cocinas desde adentro, cualquiera comerá tu plato, ni notarán que te has pasado de sal o de pimienta—, voltea los filetes de salmón.
—¿Si sabes que eso último es falso?, dice el chico de gafas rojas.
—¡Cómo te atreves Luis!, ¿desafiar al abuelo de esa forma?, te hace falta más vino, sirve vino en la copa.
—Jaja, ¡espléndido mi dulce Louis! Tienes toda la razón, le da un beso en la frente.
—No tomo abuelo, gracias. O sea no tomo blanco, solo tinto, dice el chico de gafas rojas.
—¡El pescado va mejor con blanco! No sabes nada de maridaje. Ni deberías apellidarte Báez Cabrito Milán, lo único cabrito que tienes es tu mal genio, grita molesta la chica alta.
—Deja en paz al pobre chico Louis, tu hermano aún no se repone del gran ajetreo del restaurante de Luca. Ven, ven Luis, sella el salmón y prepara los espárragos, jala la silla de madera y se sienta frente a la barra. —quiero que me muestres una pizca de tus clases en Mallorca—
—Abuelo, tu restaurante tiene más estrellas Michelin de lo que mi hermano alguna vez podrá aspirar en la vida, acomoda los platos en la mesa de madera.
—Querida Louis ve con tu abuela, esos profiteroles no se armarán solos.
Louis frunce el ceño, hace una mueca con el labio, coge su copa de vino y entra a la casa, arrastra los pies para caminar.
Verano, y como es tradición de la familia Báez Cabrito Milán, cada año, los hijos del empresario Felipe Agustín Báez Cabrito pasan las vacaciones en la casa de playa del abuelo Marcelo Eduardo Báez Cabrito, dueño y chef del restaurante La Quinta Ventana, última franquicia ganadora de dos estrellas Michelin, ubicada en Puerto Madryn, Argentina. Además de esa Ventana, Felipe poseía cuatro más, una en Riviera Maya, México, otra en el Mediterráneo, Grecia y dos más en Sicilia, Italia.
Hombre fuerte y trabajador, decidido a conquistar mundos a través de lo que mejor sabía hacer, esparcir alegría por medio de lo que ha unido a más de dos personas, la comida. Símbolo de gozo, placer y amor.
Carismático, innovador y con mucho sentido del humor. Alcanzó la fama gracias al romero, fue uno de los pioneros en introducirla a bebidas, postres y platillos de medio tiempo.
Con anillo de boda y puro robusto en mano derecha. Le gustaba dejar la mano derecha libre, esta siempre debía estar en guardia con algún sartén, copa o ramo de romero.
—¿Por qué lo salpimientas exactamente igual a lo que dice la receta?, exhala el humo del puro.
—¿Qué tiene de malo abuelo?, dijo Luis.
—Nada, pero es simple. No hay goce. Huele esto, acerca romero a la nariz de Luis.
—abuelo, ya me sé esa historia, es la misma que papá nos contaba de niños, no todo es romero.
—Y no todo es estructura, yo jamás estudié como tú, y mira a donde llegue. Eres bueno, demasiado técnico, pero te hace falta más pimienta.
—Louise es alérgica a la pimienta, es por ese que este luce más rosa.
—Hablo de esto muchacho, señala el corazón de Luis. Cocinas bien, pero te hace falta el toque. Cocina para la persona que más ames, y, tus platillos pasarán de ser normales a extraordinarios, toma un sorbo de vino.
—Todos me dicen eso, no en tus palabras, pero… ¡Tú!, lo haces ver tan simple, haces algo en 10 minutos, no sigues técnicas, no sigues estructura, no sigues nada y, ¡mira! Pura estrella Michelin.
—Hijo, el secreto está en ser feliz y gozarlo. No hay más. Haz lo que te gusta. Sé que te gusta la cocina, pero, te has perdido en tantos cuadros, deja que fluya, inventa, si algo no viene en un libro, en internet, o en las clases. Cámbialo.
A veces nos metemos tanto en el ritmo agitado de la vida, que olvidamos la simpleza y el goce de las pequeñas cosas. Disfruta tu vida como el mezcal, a besitos y de poco en poco, no quieras caminarla como un shot.