MOISÉS ESTÉVEZ
- Marco, buenos días. Levántate mientras te preparo el desayuno que es
la hora –
Por primera vez en su vida, que Marco recordara, no tenía ganas de ir a
clase. Quería fingir que estaba enfermo. Decirle a su madre que no se
encontraba bien, es más, sentía un terrible deseo de que se lo tragase la tierra.
Cursaba tercero de ESO, le encantaba estudiar, leer, indagar por internet
en busca de todo tipo de información a la hora de realizar los trabajos que le
mandaban sus profesores, pero sobre todo, le fascinaba el cine. Tenía claro
que su futuro iría relacionado con el séptimo arte, aunque también era
consciente de que para llegar a donde quería, no tenía más remedio que
atesorar un buen expediente académico.
A pesar de su corta edad tenía una mentalidad muy madura y se
esforzaba al máximo en todo lo que hacía – ¡Hasta el infinito y más allá! – Se
decía cuando no tenía ganas de estudiar para insuflarse ánimo a sí mismo. - Mamá no tengo hambre – dijo mientras se peleaba con unas enormes
legañas producidas en su mayor parte por las lágrimas nocturnas. - ¿De veras? Bueno, pues te lo preparo para que te lo lleves y te lo
tomes en el recreo –
Estuvo a punto de confesarle en ese momento a su madre lo que le
estaba ocurriendo en el instituto, pero contó hasta diez y lo sopesó. No quería
preocuparla y decidió que él mismo lo solucionaría.
Había oído de pasada en las noticias cosas parecidas a lo que él estaba
viviendo en clase – Varios compañeros acosan a un alumno del colegio tal…
Un chico golpea a otro mientras un tercero lo graba con su móvil… –
A veces, sus padres comentaban dichas noticias con rostros
preocupados y mirando a su amado hijo de soslayo, deseando que nunca le
sucediera algo parecido. - Está bien, le haré frente a esos energúmenos y lo solucionaré de una
vez por todas – Se dijo.