ALMUTAMID

Cuando el tren arrancó sentí culpabilidad por haber sido tan brusco con Ana. Pero en ocasiones una terapia de choque evita males mayores. Por eso le escribí un mensaje:

-“Perdona por haber sido tan brusco. No soy así, pero quería que te dieras cuenta de que vales mucho más de lo que te estás dando a valer conmigo. Los dos nos hemos equivocado con nuestros prejuicios y tú especialmente con tu respuesta conmigo, primero por acusarme falsamente y después por pensar que sólo con sexo me ganarías. Ni tú eres así ni yo soy así. Si mis circunstancias fueran otras estaría encantado de empezar contigo desde el principio pero con el poco tiempo que me queda en la facultad mejor no hacernos más daño”

En todo el viaje no recibí respuesta pero sí ya por la noche en casa Ana me envió un mensaje:

-“Cuando me propusiste eso en el baño y me dejaste tirada así pensé que eras un cerdo, pero tu mensaje me reafirma en que eres una buena persona. Tranquilo, no te volveré a molestar. Disfruta de tu familia. Feliz Navidad, Luis”

De no haber estado en la tranquilidad de mi casa me habría sentido hasta culpable al leer su mensaje, pero el cambiar de ciudad en mi caso tenía el efecto de separar ambos mundos. Le devolví la felicitación y pasé página. Además cuando le conté a mi madre que al tener asignaturas de dos cursos distintos tenía los exámenes muy juntos y tendría que estudiar en casa gran parte de las vacaciones se quedó encantada y orgullosa de su niño. Se sentía la madre de la persona más responsable del mundo. Y puedo asegurar que siempre lo fui con los estudios, pero mi talón de Aquiles era otro y no estaba precisamente a la altura del pie.

El jueves por la mañana recibí un mensaje de Alba, y pocos minutos después otro de Pablo informándome de lo mismo. Esa noche había una zambomba con tómbola benéfica en la hermandad de Alba y el grupo había quedado para arrancar allí las vacaciones de Navidad. Por supuesto que a ambos les dije que iría. De hecho nos organizamos para quedar allí. A mí como era costumbre me tocaría recoger a Alba por su cercanía a mi casa.

Serían las 9 de la noche cuando la llamé por el porterillo de su casa. Se había convertido en costumbre que la admirara cuando aparecía por el portal esta vez con un abrigo color camel con un cinturón fuertemente amarrado a su cintura marcando la forma de sus caderas mientras su pecho se disimulaba entre el abrigo y la bufanda de lana que llevaba. Tras abrazarnos y darnos dos besos empezamos a caminar poniéndonos al día de estudios y sucedidos. Alba me comentó que se iba a reunir mucha gente en la zambomba y que lo pasaríamos bien.

La zambomba se celebraba en un patio contiguo a la iglesia donde su hermandad tenía su sede canónica. Este tipo de celebraciones, muy habituales en la Baja Andalucía en Navidad consisten generalmente en una barra en la que se sirven tapas a precios populares entre cervezas, vinos generosos del Condado o Jerez o mostos del Aljarafe. Junto a la barra suele instalarse una tómbola con productos que empresas y comercios normalmente del barrio ceden para ser rifados. Lo que le da el nombre de zambomba son los coros de campanilleros que interpretan villancicos flamencos habitualmente alrededor de una candela como era el caso. Todo lo recaudado se destina a la bolsa de caridad de la hermandad, aunque en Navidad se suele sumar recogida de alimentos para el Banco de Alimentos y de juguetes para que Cáritas los entregue a familias desfavorecidas y no falte un hogar sin la visita de Sus Majestades Reales de Oriente. Lo mejor de todo, es que algo tan bonito se convierte en algo divertido pues los asistentes suelen unirse a los coros cantando con ellos los villancicos más conocidos.

Cuando llegamos Alba y yo ya se encontraban presentes bastantes de nuestros amigos, Pablo, Leyre y Nieves habían llegado por un lado, Viqui y Mikel por otro, y más compañeros del instituto que andaban por allí con sus novias y amigos. Yo siempre me ganaba los saludos más sonoros por mis escasas apariciones durante el curso sólo en puentes y vacaciones. Nada más llegar me dieron un vaso de mosto nuevo del año para brindar por las vacaciones. Todo era alegría, salvo el saludo seco de Nieves, incómoda no sabía si por mi presencia o por su nuevo estado civil.

El vasco cada día se imbuía más en la cultura andaluza aunque no había forma de que acompañara con palmas un compás flamenco, y no hablo del 12/8 de una bulería sino un básico 3/4. Pero se le veía disfrutar y sobre todo como se le caía literalmente el chocho a Viqui riendo con él. Si alguna vez la envidia es sana eso era lo que yo experimentaba viéndolos y soñando con tener alguna vez lo mismo.

Pero tanta euforia no es buena y me ví en más de una ocasión charlando en grupo cogiendo a Alba por la cintura. Y eso era lo último que debía hacer. Tenía que resistir las fiestas sin meter la pata por más que la tentación fuese muy grande. Y estaba seguro que a ella no le incomodaba a juzgar por las sonrisas que me regalaba.

Pese a todo nos tocó volver solos hasta su casa y todo fue normal. Quizá era yo el que e creía que ella estaba por mí e interpretaba su cariño de amiga como algo más, pues cuando nos quedamos solos me comentó los planes que había mientras que yo le explicaba lo mal repartidos que me venían los exámenes por haber mezclado asignaturas de dos cursos distintos llegando a tener hasta dos exámenes el mismo día.

-Tú puedes con eso y con más, Luis. En dos años no has suspendido una asignatura y por lo que me has contado siempre te has organizado muy bien los tiempos de estudio.- me dijo animándome.
-Ya, pero nunca con los exámenes tan apretados. Siempre he jugado repartiéndome entre la convocatoria ordinaria y la final.
-Tú puedes.- insistió con una amplia sonrisa.
-Me veis vosotros más capaz que yo a mí mismo.
-No seas tonto, si tú eres el que nos ha abierto camino en los estudios ayudándonos con tu experiencia tus consejos.
-Tú que me miras con demasiados buenos ojos…

Creí percibir un rubor en su mejilla pero a la luz de las farolas era difícil de asegurar. Nos despedimos deseándonos feliz Navidad pues el 24 y el 25 no nos veríamos. El 26 habíamos decidido quedar todos para ponernos de acuerdo para celebrar el Año Nuevo. Y es que el día 24 lo iba a pasar echando un partido de fútbol sala por la mañana con su correspondiente cerveza posterior con los amigos incluido Pablo. Mi amigo se lamentaba de que se le iba a joder la relación por culpa de Nieves.

-A mi novia le da pena dejarla sola y ahora tengo que ir cargando con la niña a todas partes con lo gorda que me cae.
-Pues habéis estado saliendo en pareja mucho tiempo.-le repliqué.
-Pero Alberto era buen tío. Las dos se ponían a cuchichear y Alberto y yo a lo nuestro. Pero ahora cuchichean y me dejan de lado. Es que no puedo con la niña.
-Pues va en el lote con tu novia, me temo.
-Me daría mucha pena tener problemas con Leyre por su culpa.
-Háblalo con ella.-le aconsejé.
-Ya lo he hecho pero dice que su amiga está muy deprimida y que tiene que ayudarla…manda huevos.
-Pues paciencia…-le recomendé apoyando mi mano en su hombro.

Tras comer la cerveza ingerida me ayudó a echar una buena siesta con tiempo para estudiar un rato y ayudar a mis padres a organizar la cena de Navidad con mis abuelos y mis tios acompañados por mis primos, más pequeños que yo. Me apetecía ver a la familia a pesar de que nunca fui muy familiar. Pero últimamente veía poco a mis abuelo y los echaba de menos.

El día 25 tocaba comer con la familia de mi padre. Allí aunque mis abuelos ya habían fallecido nos reuníamos en casa de mi tío, el hermano mayor de mi padre, que tenía una casa bastante grande en el campo donde cabíamos mi padre con sus tres hermanos, las parejas de todos y sus hijos donde aquí yo era el más pequeño, siendo la más cercana mi prima Paula, dos años mayor que yo. Pero aquí se notaba como me reconocían ya como adulto pues mis primos, algunos ya casados me incluían en sus conversaciones y me preguntaban por mi futuro y las novias.

Llevábamos dos años sin que se reuniera toda la familia por algún motivo y fue un día muy agradable en el que terminamos cantando villancicos alrededor de la chimenea del salón mientras yo tocaba la guitarra de uno de mis primos. Empezaba a saborear la importancia de esos encuentros más allá del jamón ibérico y los langostinos de Sanlúcar que como se dice por estas latitudes nos “jincamos” por barba.

Cuando llegamos a casa el 25 por la noche mis padres y yo volvíamos cansados pero satisfechos por las dos reuniones familiares. Pero al día siguiente me tocó ponerme a estudiar en serio organizándome bien apuntes, fechas y planificación de tiempos. Además al ser domingo mis padres se fueron a misa quedándome sólo casi toda la mañana ayudándome el silencio de la casa.

Por la tarde habíamos quedado para tomar café el grupo de amigos y decidir distintas opciones para Año Nuevo. Yo pensaba en la típica fiesta en un pub cerrado para nosotros, o comprar entradas para una fiesta organizada, pero me sorprendió que se plantearan dos opciones algo más caras y complejas: una casa rural en la sierra o una casa en la aldea de El Rocío. Yo tenía bastante dinero ahorrado desde el verano pero prefería reservarlo para mi estancia en Bélgica, pues no sabía del nivel de gasto real que tendría allí y además quería asegurarme poder venir al menos en Semana Santa.

Pero algunos estaban empeñados en semejante fiesta, especialmente algunas parejas, que veían así la oportunidad de pasar “calentitos” la primera noche del año. Yo no veía con malos ojos el plan pero no quería gastarme demasiado dinero. Finalmente tras alguna que otra discusión Leyre propuso algo intermedio: su chalé. Lo conocíamos de las barbacoas en verano. Junto a la piscina tenía una caseta bastante grande con un pequeño baño en cuya puerta estaba el sombreado donde solíamos poner la mesa en las barbacoas. Podíamos acondicionar la caseta y aprovechando que tenía una antigua chimenea llevarnos sacos y dormir allí. La propuesta tuvo éxito y hasta acordamos subir unos días antes para adornarlo y limpiar la caseta y la chimenea. Pondríamos dinero para la bebida, las bolsas de cotillón, los adornos y algo de comer. Incluso alguien propuso llevar su equipo de música con bolas de luces incluida. Faltaba buscar el transporte, pues al estar cerca de la ciudad algunos proponían volver a casa y otros dormir allí.

Tardamos bastante en ponernos de acuerdo de modo que cuando lo hicimos cada cual se fue por su lado. Mi intención era irme a casa, pero la hora era muy tonta, demasiado tarde para ponerme a estudiar, demasiado pronto para encerrarme en casa. Al final Viqui, que estaba sola desde el viernes anterior porque Mikel estaba en el País Vasco con la familia, y Alba me convencieron para dar una vuelta y tomarnos algo tranquilos. Acepté encantado. Era un placer pasear con cada chica cogida de uno de mis brazos mientras charlábamos.

Tras comentar los distintos intereses de cada uno, especialmente las parejas, de cara a la fiesta empezamos a plantear nuestra propia intendencia: sacos de dormir, ropa para cambiarse, desayunos…Ellas más libres que yo esos días se encargarían de ir haciendo la lista y comprar algunas cosas mientras me dejaban estudiar.

Esa tranquilidad en mi ciudad me hacía a veces olvidarme de que en enero regresaría a la residencia a pesar de estar estudiando para los exámenes. Con mis amigas tenía una relajación aun mayor que la que había disfrutado la última noche antes de volver a casa con Ángela y Sol. Y estando con Viqui me sentía más seguro de no dejarme arrastrar con Alba. Todo salía bien, pero había algo que no se me iba de la mente: varias veces me sorprendí a mí mismo sobándome la polla con el recuerdo de Ana y Martina besándose mientras mi polla se perdía entre las nalgas de la chica en cada golpe de cadera que yo le daba. Era un recuerdo demasiado fuerte para que no me excitara.

Los recuerdos de la orgía, y la visión del cuerpo de Ana terminaron una tarde en una abundante corrida tras una paja bajo el agua caliente de la ducha. Poco amigo de la psicología barata no le di más importancia que el simple hecho de haber sido la última experiencia sexual. Porque en realidad aquellos días estaban más ensombrecidos por otro recuerdo. Ya llegaba el aniversario de mi ruptura con Claudia. Y aunque habían ocurrido muchas cosas después que distorsionaban ese recuerdo, la fecha era muy señalada. Y las circunstancias también.

De todas las cosas que habían ocurrido un año antes ninguna se iba a repetir. No más sexo con Nieves, no más amor con Claudia. De hecho, a pesar de que aparentemente toqué suelo en verano cuando Claudia rompió todo lazo conmigo el infierno había empezado la Navidad pasada, que ahora como en el cuento de Dickens se me aparecía en el recuerdo lamentable de todo lo mal que hice, el sexo con Nieves y Blanca, todo lo mal que estaba, amargado con mi pierna inmovilizada, y todo lo mal que me sentí cuando no pude ocultar mi mentira a Claudia, aunque como descubrí ella más tarde, ya lo sabía. Y aún así, vino, me cuidó, hicimos el amor y la dejé yo a ella. ¡Qué imbécil soy! Y cuanta torpeza e incapacidad con ella. Si sólo hubiese sido sincero en vez de montar un drama por su supuesto engaño…Donde las dan las toman y yo me lo merecía.

No quería lamentarme. La vida seguía y yo tenía un plan. Pero la pesadumbre no se iba a ir sólo porque yo lo decidiera. Y encerrarme en casa a estudiar no lo paliaba. Por eso cuando Viqui y Alba se plantaron la tarde del 28 a buscarme más que como una inocentada lo interpreté como una ayuda divina en forma de dos ángeles con los que yo tampoco había sido del todo bueno. Que mejor forma de corregirlo que atenderlas cuando me reclamaban.

Llamaron al porterillo y mi madre me avisó.

-Dos amigas tuyas suben a buscarte.
-Pero si estoy en pijama. ¿Quiénes son? Que no me vean con estas pintas.
-Creo que ha dicho Alba.
-Vale, entretenla mientras me visto.

Cerré la puerta del dormitorio quitándome la bata de cuadros y unas pantuflas con las que me calentaba y con prisa me vestí. Oí el timbre y como mi madre las hacía pasar al salón. Al minuto llamaba a mi puerta.

-Te esperan en el salón. Son dos niñas monísimas. No las hagas esperar.

El tiempo de entrar al baño a peinarme y echarme unas gotas de colonia fue breve y cuando asomé al salón mi madre hablaba con las chicas que me saludaron con dos besos.

-Nos vamos de compras para fin de año- dijo Viqui- y hemos decidido llevarte para que nos ayude.
-Pero yo estaba estudiando…-dije algo cortado.
-Sal un poco anda, que estas de vacaciones- añadió mi madre- y te das un paseo que estas amigas tuyas tan guapas.
-Además si ya te has vestido y todo- comentó Alba- eso es porque tienes ganas de salir.

Y tenía razón. Cogimos el autobús y nos plantamos en el centro. Ambas buscaban vestidos de noche que no fuesen demasiado ligeros temiendo que la chimenea no caldeara mucho la caseta de Leyre. Tras comprobar en varias tiendas que todo eran escotes de espalda o transparencias excesivas nos fuimos a unos grandes almacenes tradicionales donde había gran variedad y para nuestra sorpresa buenos precios en la planta de moda joven. Ahí empezó mi paraíso y mi calvario.

Paraíso porque los probadores de esos grandes almacenes suelen ser unos pasillos largos con varias puertas. Las chicas se metieron en un probador enfrentado con otro de modo que ambas podían enseñarse mutuamente sus modelos y a mí a la vez. Perdí la cuenta de cuantos se probaron. Estaban guapas con todos pero me obligaban a tener que opinar. Así que con guasa le dije a Viqui:

-Esta tortura le corresponde a tu novio, que yo me voy a tragar todas las pruebas y él se va a quedar con el premio.

Mi exnovia me besó la mejilla con mucha guasa en el momento en que Alba descorría la cortina para enseñarnos un modelo más. Me quedé impactado cuando la vi. Estaba preciosa. No era un vestido especialmente llamativo, ni sexy. Era ella, el conjunto de su cara y su cuerpo con aquella prenda, pues asomó de puntillas para parecer que llevaba que tacones con sus pies descalzos y un vestido que tenía una especia de corpiño de tonos cobrizos o dorados apagados ajustado a su pecho con dos tirantas anchas que se cruzaba tras el cuello dejando la parte superior de su espalda mostrando la blancura de su piel. A pesar de ser ajustado disimulaba en parte su pecho haciendo que se marcara su forma voluminosa pero no excesiva. La falda, o parte inferior del vestido era ajustada marcada con un cinturón a juego con el corpiño dibujando perfectamente sus caderas. Se había recogido el pelo en una especie de moño con un gancho del que se había escapado un mechón tan castaño que parecía rubio que enmarcaba su cara.

No sé que cara de bobo se me quedaría, pero fue Viqui la que con sorna me dijo:

-Está guapa, ¿verdad?

Yo embobado no respondí mientras una tímida sonrisa de Alba terminó preguntando:

-¿De verdad os gusta o es muy ligero?- remato dándose la vuelta enseñándonos sus hombros y el tercio posterior de su espalda al aire mientras yo no podía dejar de ver también como se ajustaba la falda a su culo sin marcarlo y sus pantorrillas estiradas por la postura empinada.
-Pregúntale a Luis- respondió Viqui dándome un codazo.
-Es el más bonito hasta ahora…-respondí alelado.
-Pues hecho. Alba ya tiene vestido. Ahora ayudadme a mí.-cortó el momento Viqui.

Alba cerró la cortina para cambiarse y salió al momento ya con la ropa que traía a dejar los vestidos que desechaba en la cesta. Pero en vez de ir a caja se quedó conmigo esperando a Viqui. Eso fue más complicado. Al ser más bajita no se terminaba de ver bien con ninguno. Por más que yo le decía que con todos impresionaría a Mikel no había manera. Siempre se veía o retaco o gorda con los vestidos a pesar de que yo la veía muy guapa. Pensé que nos íbamos de vacío con ella pero al final Alba la convenció de que un vestido malva largo con las mangas de encaja la hacía parecer más esbelta. Menos mal que lo dijo ella, que si se lo digo yo seguimos allí.

No sé cuanto habíamos tardado pero era tarde y las tiendas ya cerraban así que para celebrarlo nos fuimos al bar donde yo había quedado las dos veces con Mónica muy cerca de allí. Pensé que sería casualidad encontrarla allí pero tras tomar allí una tapa me la encontré de frente al salir. Se acordaba de Alba y se saludaron. Venía de trabajar y había quedado con alguien allí. No nos dijo quién.

Tras las típicas frases de cortesía y cuando ya las chicas se adelantaban Mónica me retuvo un instante y me preguntó:

-¿Ya has dado el paso con tu amiga?
-No, no. Sólo somos amigos.
-A ver si se va a cansar de esperarte. Y otra cosa, pensaba que por eso no me habías llamado.
-Que va. Como voy a Bélgica estoy adelantando mucho los estudios y apenas salgo.
-Bueno, si quieres quedar un día avísame aunque con las compras de Reyes estoy hasta arriba en el trabajo. Feliz Año Nuevo si no te veo…-dijo besándome la mejilla.
-Feliz Año Nuevo, Mónica- respondí devolviéndole el beso.

Cuando llegué a la altura de las chicas Viqui no preguntó por Mónica por lo que supuse que Alba ya le había explicado quien era. Decidimos ir a picar a otro sitio. Mientras tanto yo mismo me recordaba que después del extraño comportamiento de Mónica la última vez que había quedado con ella ni se me pasaba por la mente quedar con ella por muy bien que la meneara.

Mientras estábamos en el siguiente bar me llamó Pablo. Teníamos partido la mañana siguiente. Me venía bien. Estaba pasando el aniversario de mi ruptura con Claudia de tiendas con mis amigas y jugando al fútbol sala con mis amigos. No podía imaginarme mejor forma para no sentir el peso de la soledad que te dejan las rupturas amorosas. Yo sabía que no estaba solo aunque no estuviera con ella. Cuando la dije al Pablo lo que hacía me soltó con cierta desesperación:

-Pues ya os podíais haber llevado a Nieves, a ver si la pierdo de vista un ratito…

Cuando se lo comenté a las chicas se partieron de risa. Pero me sorprendió que habiendo sido compañeras de clase y amigas tanto tiempo ninguna mostrase la más mínima compasión por mi examante. El carácter agrio y seco que había mostrado Nieves durante su relación con Alberto no había sido exclusivo contra mí y ahora lo estaba pagando. De hecho, Alba llegó a comentar:

-Esto le viene bien para que se le bajen los humos…

De allí nos volvimos a casa pero fuimos andando los tres agarrados por el frío de la noche, especialmente mientras cruzábamos el puente entoldado, que atraviesa el río por su punto más ancho y en una curva por lo que son habituales allí los vientos. Pese a que entrando al barrio por allí llegábamos antes de mi casa y estar la calle aun transitada, en especial bares y restaurantes con reuniones de amigos, cenas de empresas y encuentros navideños, me ofrecí a acompañar a las chicas, especialmente Viqui que vivía algo más apartada que Alba y yo.

Pero nos encontramos cerca de su casa un pub abierto y al final acabamos los tres tomándonos una copa y jugando al billar. Los planes improvisados son los mejores.

Al final, bastante más tarde de lo previsto dejamos a Viqui en su casa y Alba y yo nos encaminamos con la risa tonta que da unas cuantas cervezas y una copa. Cuando llegamos a su portal se despidió de mí con un fuerte abrazo diciéndome:

-Yo sé que estás agobiado con los exámenes pero mira lo bien que nos lo hemos pasado. Tenemos que repetir. Después de fin de año cuando venga Mikel vamos a repetir los cuatro.

Los cuatro…no quería buscarle tres pies al gato, pero ¿a qué se refería con los cuatro? ¿Ella y yo juntos? ¿Me lo estaba diciendo o yo me estaba saliendo del tiesto interpretando sus palabras intencionadamente? Tampoco me mareé demasiado tras despedirme de ella con dos besos acepté es salir otro día como una quedada entre amigos y me fui a casa.

Ya en la cama mi pensamiento fue otro. Yo estaba superando mi duelo con mis amigos. Pero ¿y Claudia? ¿Con quién lo superaba? ¿En quién se apoyaba? ¿Ya me habría sustituido? Prefería no pensarlo, la idea me mortificaba a pesar de haberlo pensado otras veces…

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