MANGER
Estaba claro que el viento iba a ser su perdición; a pesar de sus esfuerzos por mantenerse sujeta, la violencia de los racheados soplidos y el azote de la lluvia no podían asegurarle que pudiera seguir mucho más tiempo asida de la cuerda. Empezaba a ver claro que no tendría posibilidad alguna de salvarse. Unas veces bocarriba, otras bocabajo, veía el mundo siempre al revés; la caprichosa tramontana la zarandeaba como si fuera un simple juguete, obligándola a balancearse continuamente y a dar giros imposibles alrededor del grueso trenzado. Si no llega a ser por estar embocada con precisión a la cordada, haría rato que ya se hubiera precipitado al abismo y sentido estrellarse su frágil cuerpo contra el suelo. Todo le daba vueltas y una indescriptible sensación de ansiedad y nauseabundo vértigo se hicieron dueños de ella. Se dio cuenta entonces de que todo su empeño por evitar la caída sería baldío y le entró un terrible pánico.
Envidió al resto de la cordada; ya las habían conseguido salvar del peligro y puesto a buen recaudo junto con sus banderas, pero inexplicablemente ella había caído en el olvido y estaba condenada sin remisión a los caprichosos avatares del viento y la lluvia, que ahora ─además─ comenzaba a tornarse en una nieve pegajosamente gélida… Mientras, observó con terror que la cuerda, ya deshilachada por vieja y desgastada, iba rompiéndose irremisiblemente por cada uno de sus deteriorados filamentos…
Al fin se dio por vencida… Encomendó su plástica alma a los dioses de la Sagrada Colada y comenzó a musitar una plegaria de despedida mientras caía en un caprichoso zigzag hasta el cemento del patio exterior.
Por un momento pensé que el asunto iba a terminar bien pero, habría sido como argumento Disney. Al final, la insoslayable fuerza de gravedad hizo lo que tenía que hacer.
Saludos desde el Sur del planeta.
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Gracias por tu comentario, y especialmente por tiempo en la lectura, Shney. Mis saludos también para ti y el resto de los lectores.
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