MOISÉS ESTÉVEZ
Cuando llegó a rastros se encontró a Frank con los ojos clavados en el
microscopio. No era mucho lo que tenía, más bien, una información bastante
dispersa, pero tampoco podría decirse estéril.
- ¡Buenos días Frank! aquí tienes, como a ti te gusta. Americano doble
con un toque de nuez moscada – - Vaya. Esto no será para obtener un trato de favor ¿no? –
- En absoluto. Es desde el cariño que te tengo – Bromeó.
- Entonces trae que me viene que ni te lo imaginas – Dijo el técnico
sonriendo. - Gregson sabe que estoy aquí –
- Lo sé. Me ha llamado hace poco –
- Bueno. Qué tienes –
Frank le dijo que la cuerda no aportaba casi nada a la investigación. Era
muy común, un material que se podía adquirir en cualquier sitio, cientos de
comercios, lo que hacía muy difícil su rastreo. - Entonces… –
- Espera, no he terminado – No dejó que lo interrumpiera ayudándose
también con un ademán de su mano izquierda – He encontrado restos de una
especie de sustancia pegajosa adherida. A simple vista no me parece un
residuo muy universal, pero todavía no lo he analizado, y hasta que no lo haga
no te puedo dar detalles – - Por lo que me voy con las manos vacías –
- Bueno. Algo es algo. Podía haber sido peor. Ese tipo es muy
meticuloso. Te llamo en cuanto tenga los resultados y se los haya pasado al
capitán – - ¿Qué será…? –
- A lo largo de la mañana, creo. Le daré prioridad. Anda, lárgate ya –
- Eres un encanto –
- Lo sé – Respondió Frank con sarcasmo –
Se despidió guiñándole un ojo y salió del laboratorio echando mano de
su iPhone, comprobando el buzón de voz y si tenía suficiente batería.
Albergaba la esperanza de que aquella sustancia aportase algo. Mientras oía
los mensajes pensaba qué paso daría aquella mañana hasta recibir la llamada
de Frank…