MOISÉS ESTÉVEZ
El Soho era un buen lugar para vivir, al menos para él, pero no para
morir, y menos aún tan joven. No se imaginaba que la vida le tenía deparado
un pronto final, a la vez que bastante violento. Supongo que nadie imagina una
cosa así, y si lo hiciera, lo más probable es que no desearía nunca que
ocurriese.
Con la mirada perdida sobre una de sus modestas librerías, sentado con
las piernas cruzadas y una taza de café a medio beber apoyada en el brazo del
sillón, un extraño ruido lo hizo salir del trance emocional en el que llevaba
inmerso más de media hora. Se dio cuenta de que lo que en realidad miraba
era el lomo de un antiguo libro que adquirió en el rastro madrileño en uno de
sus viajes a Europa. – Un recuerdo grato aquella visita forzada por el trabajo –
Se levantó, lo cogió, lo abrió – página 41 – leyó, se emocionó, releyó,
lloró, lo cerró, donde estaba lo dejó, pensó…
- … no estuvo mal… –