ELIZABETH GARCÉS FERRER

Llegó riendo y dando saltitos de alegría mientras que dirigía la entrada de sus pertenencias del camión de la mudanza hasta el edificio. Un número impresionante de amigos la ayudaban en tan cansado menester. Ella corría de un lado a otro con una energia que cualquiera pudo envidiarle.

La mujer traía un vestido de un rojo chillón y para la ocación, recogió su cabello negro en un moño que le facilitaba los movimientos ya que lo tenía largo. Siempre reía con todos y parecía como si, el cargar muebles y bultos, le quitara importancia al cansancio. Se limpiaba el sudor y continuaba. Fue, la suya, una llegada en fanfarra que se desplegó a lo largo del día y en medio de un fuerte sol, en el mismísimo mes de agosto.

 Fue dejando notar su presencia en aquel inmueble de tres pisos. No trabajaba por lo que tenía tiempo más que suficiente para ocuparse de otras cosas que parecían ser más importantes para ella. Vivía junto a dos perros y los fines de semana venía a buscarla un hombre con el que se íba hasta el lunes por la noche.

Los vecinos comenzaban a conocer poco a poco a Isabel, la nueva inquilina del segundo y eso que solo llevaba una semana entre ellos. La veían en el balcón mirando hacía todos los lugares, escrutaba el más mínimo detalle de lo que ocurria y el más leve movimiento de aquellos que llevaban libremente sus vidas o al menos, eso pensaban, ya que no contaban con ser espiados por una mujer de profesión : cotilla.

Isabel tenía voz infantil que no iba acorde con sus cuarenta y tantos años. Su rostro adquiría un sinfín de movimientos a lo largo de una misma conversación, gestos extraños que denotaban un cierto desequilibrio mental pero, unido a todo esto, de aquella mujer emanaba una maldad sín igual que era palpable en su expresión verbal para con la gente que la rodeaba. Todos se dieron cuenta rápidamente : para el barrio se había mudado el mismísimo diablo.

Tal una abejita que va de flor en flor  asi transcurrían los días de esta extraña mujer : lo mismo en el balcón que acto seguido se la escuchaba bajar corriendo las escaleras junto a sus perros rumbo al pequeño parque situado al lado del edificio, allí solía retener durante horas al que estuviera tratando de disfrutar del aire libre. Hablaba de su vida, de lo poco que amaba a su familia, matizaba la venganza que llevó a cabo contra los hijos de su actual compañero sentimental tras un banal altercado.. sentía orgullo ante el mal ocacionado.

Su lengua viperina  ganó pronto terreno, en ese sentido era muy ágil. Los rumores que fue creando sobre el uno y el otro corrieron con la fluidez de un rio que no conoce el menor obstáculo. La cizaña se clavó en el barrio como un dardo envenenado.

Isabel se volvía la « amiga » de todos con facilidad y fue así como se adentró en la existencia de Monica, la que vivía en la planta baja. Mujer discreta, trabajadora y madre de un niño de diez años. Vivía sola con su hijo, no tenía a ningún hombre en su vida o por lo menos no lo mostraba. Isabel se amparó de aquella situación con obsesión, quería saber más de la vida de Monica a la que empezó a ver como su rival puesto que, poseía todo lo que ella no tenía : era guapa, tenía un hijo, una existencia positiva y amaba su trabajo como asistenta social, desempeñaba su cotidiano de forma sumamente correcta.

Monica se ocupaba de sus asuntos pero no se mezclaba demasiado con el exterior, había comprendido que el comadreo era moneda corriente y ella era partidaria de todo lo contrario. Isabel ya  tenía orejas atentas a todo lo que contaba, había conseguido crear un pequeño « club de seguidores » en el que ella era el eje central. Sus nefastas invensiones sobre alguien en concreto se deslizaban, pues, sin ningún problema.

El « caso » de Monica la intrigaba en particular : una mujer con un hijo y siempre sola la atraía como si tuviera el dulce sabor de la miel. Quería saber lo que se escondía detrás de aquella manera de vivir, el no saberlo la desquiciaba.

Comenzó a llevarle regalos al niño y asi se quedaba horas hablando con Monica, está la escuchaba pero participaba poco puesto que los temas expuestos por Isabel eran sumamente insípidos.

Los meses pasaron y las visitas se repetían, Monica se sentía agobiada por la vecina que prácticamente la perseguia, en un momento dado tuvo la impresión de que su tiempo le pertenecía ya a Isabel y que su privacidad se había ido al traste.

No quería verla, no quería hablarle y no había forma que pudiera alejarla de su existencia de manera educada. Su existencia cambió con la llegada de aquella mujer nefasta. Monica se sentía cada dia más nerviosa, cuando se encontraba con Isabel, pasaba por un interrogatorio prácticamente policial viéndose obligada a buscar las frases exactas con las que responder sin que su mundo privado fuera invadido por lo que sus nervios ya comenzaban a desmoronarse.

El ir y venir de las horas que no tienen intención de detenerse hace que los acontecimientos se vayan poniendo en el lugar que les corresponde y es asi que nace,el poder que detruye o no una vida. Isabel ya tenía meses en el vecindario y había provocado varios conflictos entre los vecinos, sin embargo, no detenía su búsqueda de contacto en el parquecito, junto al inmueble.

No desviaba sus ojos del apartamento de Monica cuando le dijo a la vieja Maria, con los labios apretados por una gran dosis de rabia que no llegaba a « digerir » :

_  He visto a Monica haciendo la calle cerca del cine Heredia

_  No es posible, es una mujer descente que lo único que hace es trabajar y ocuparse de su hijo_ le contesto Maria no sin cierto morbo ante la noticia

_ Yo le digo a usted que la vi, estaba haciendo la calle. El padre de ese niño tiene que ser uno de esos tipos con los que se acuesta. Al pricipio pensé que podía ser lesbiana ya que no se la ve con ningún hombre, pero ahora le digo a usted que hace la calle la muy zorra.

Maria no daba crédito a lo que oía, siempre fue testigo, como vecina, de la correción de Monica pero ante la certeza de Isabel su buen fundamento se tambaleaba, comenzaba a dudar y a lo mejor, queria créer lo que aquella mujer con ojos de loca le decía.

Isabel comprobó con el tiempo que sus discursos en contra de Monica atraían  « público » por lo que añadía detalles escabrosos que matizaban la morbosa fascinación de los que entraban gratuitamente a la función. Los rumores son el asco profundo en una sociedad, son la guerra a veces invisible y otras palpable que diezma al ser humano.

Dos amigas, dos monstruos más, salieron de lo desconocido para ayudar a Isabel en la contienda emprendida : Josy y Carolina. No conocían a Monica, solo sabían que era el nuevo objetivo al que destruir. Se frotaban las manos de placer a la vez que imaginaban acciones diferentes.

Todo se encadenó rápidamente, las mujeres no bajaban la guardia por lo que no daban un momento de respiro a Monica. Isabel había abandonado la táctica de la amabilidad e interminables conversaciones luego de un parón brutal por parte de Monica que ya estaba harta. La guerra habia sido declarada, Isabel dejaba correr su espesa maldad apoyada por sus dos amigas.

Josy y Carolina se instalaron más o menos en el apartamento de Isabel, llegaban muy temprano y se marchaban tarde en la noche, como esbirros que cumplen fielmente las órdenes impartidas : dejar caer basura en el balcón de Monica e incluso, agua sucia con la que embarrar la colada expuesta.

Un infierno muy bien preparado que solo hallaba una cierta tranquilidad durante la madrugada pero era entonces cuando Monica no dormía bien, sentía ansiedad pensando en lo que le esperaba al dia siguiente. Los nervios se volvían frágiles, tenía ganas de llorar y  temia a aquellas mujeres. Pensaba en ellas hasta en el trabajo y en esos rumores que hacían circular, se encontraba al corriente de todo.

Transcurrido un año de la llegada de Isabel al edificio el ambiente pasible del barrio había dejado de existir, los vecinos se distanciaron como consecuencia de problemas fomentados por ella. Las mentiras se daban por verdades, todos desconfiaban hasta de la misma sombra. La gente se volvió agresiva. Isabel ya no era muy aceptada, ínfimo detalle que no tranquilizaba a Monica.

El rumor constante y multiplicado destruyó su vida, su ambiente interior. Rumores que llegaron hasta su hijo, un niño que no tenía que verse involucrado en la maldad humana.. Luchó con fuerza para cambiar el curso de la situación, no lo consiguió.

Maldito efecto de un rumor que se encadena, Monica tuvo que mudarse de apartamento, ese  que tanto le agradaba a su hijo por estar cerca de la escuela. Haciendo frente a una depresión que nunca antes conoció se vio obligada a cambiar lo que fue su mundo personal durante años, se marchó lejos para dejar atrás a la maldita vecina del segundo.

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