MOISÉS ESTÉVEZ
Siempre como nuevos, impecables, de eso se encargaba Sam,
perpetuo en los aledaños de la estación como bolero. Una tradición que Nick
heredó de su padre, al igual que el traje y la mascota, lo que contrastaba con
los tiempos que corren, en los que dicha tradición junto con la elegancia
parecían no tener cabida, salvo que supieras mantenerlas atrapadas en un
smartphone. Le obsequió con una buena propina y aún así le sobró para
degustar un expreso mientras esperaba a su nuevo cliente. Tampoco era lo
habitual, pero a él le gustaba verle el rostro al indeseable que lo contrataba
como sicario…