ANA MARÍA OTERO
Una mirada por otra ineludiblemente atrapada. Una sonrisa que anima, que incita, que invita a soñar, a fantasear con algo que podría ser realidad. Con dos cuerpos que se van acercando hasta que entre ellos no existe ya espacio. Lento, ligero…, así sería al comienzo. Violento, vivaz…, para de ese modo continuar.
En ese instante una caricia furtiva aúna realidad y fantasía, recordando que ya no es necesario imaginar porque en breve el anhelo dejará de ser sólo un sueño.