ESRUZA
A veces, las migajas suelen saber bien.
Hay mentiras que parecen verdades
porque uno quiere que lo sean,
y solemos creerlas.
Había quien me ofrecía el pan entero,
pero no lo recibí, preferí las migajas
porque sabían bien.
¡Qué locura!
Pero llega el momento en que
las migajas saben mal.
Su sabor llega a ser amargo de tanto comerlas,
y el pan completo lo deseché.
El pan completo ya no lo quiero,
las migajas tampoco, son amargas,
ya no debería comerlas
aunque muera de inanición.
Me pregunto si puedo vivir sin comer.
Tal vez no, pero hay un vacío más importante…
el del corazón, y ese lo lleno
viendo un lucero reluciente
en el cielo azul.