AURORA MADARIAGA
Te doy mi tiempo, tú a mí, excusas.
Te escucho, te abrazo.
Tú a mí, tus excusas.
Días idos hace una eternidad.
La taza de té, el corte de pastel.
La tele prendida hablaba sin interlocutor.
La amiga generosa parloteaba.
Risas, más agua hervida a la taza de té.
Otra bolsita, una mitad de pan tostado con mermelada.
Eramos felices.
Al ritmo de The Smiths y Depeche Mode,
entre piscolas y carioca,
entre papas fritas y cigarrillos.
Tu casa, un refugio,
un hogar inesperado.
Tu amistad, la única verdadera.
Hoy.
Las excusas, la agenda copada.
Soy abrazo y conversación para nadie.
Me canso, me harto.
¿Dónde construyo nuevos recuerdos?
¿Con quién?
La orilla de la playa al atardecer.
Rompía la arena compacta y humeda con mis pies descalzos.
La piel de gallina.
La brisa marina regalaba escalofríos y libertad.
Olía a paz.
El río Rin hoy.
Solo, calmado.
Testigo de recuerdos ajenos.
Recuerdos de otros.
Recuerdos míos mediocres.
Momentos incapaces de llenar mi alma hambrienta.
Me vuelco a mi mundo interior.
Los personajes que sin mí se quedan sin vida.
El mundo de antaño que debo construir.
Allí, en el salón de mi mente,
sola y acompañada de música.
Allí junto a los recuerdos,
con la música que regala escalofríos de mar,
allí soy feliz.