MOISÉS ESTÉVEZ
Era el móvil de prepago que Eric le había proporcionado junto con el
billete de avión y el pasaporte. El único y débil hilo que la unía a su reciente
pasado.
- Hola Rachel, cómo te va –
A pesar de que sólo él conocía el número, y por ende, la única persona
que podía llamarla, fue toda una sorpresa. - ¡Hola Eric! ¡Qué alegria escucahrte! Llevo días sin hablar con nadie y
me encanta que te hayas acordado de mi. – - La verdad es que desde que te fuiste pienso en tí a menudo. Imagino
que no te estará siendo fácil el cambio y me gustaría que supieras que puedes
contar conmigo para lo que te haga falta, que si está en mi mano… – - Muchas gracias Eric. No sabes cuanto me ayuda saber que estás ahí,
aunque sea en la distancia, y no lo llevo muy mal, pero es grato saber que
puedo contar con alguien como tu – - Sé que ha pasado poco tiempo y que la situación es complicada, pero
creo que lo peor ha pasado. Ahora céntrate en tí y no mires atrás. Tanto mi
experiencia como mi intuición, me dicen que todo irá a mejor, así que ánimo y
lucha por ser feliz – - Gracias Eirc, no sé cómo voy a pagarte todo lo que estás haciendo por
mí. No imagino cómo podría compensarte – - No pienses en eso ahora y deja de una vez de darme las gracias. No
podría hacer otra cosa – - Es que…
- No se hable más del tema. Lo dicho, cuídate todo lo que puedas y
‘carpe diem’. ¿No se dice así? – - Creo que si –
- Pues eso. Si te parece bien te llamo en un par de días –
- Me parece genial –
- Perfecto. Repito: cuídate y un beso fuerte –
- Otro para ti. Hablamos entonces –
- Ok. Adiós –
- Adios Eric –