SARA LEVESQUE
No era nada corriente
tu mirada de esperanza.
Tan llena de vida
y de amable confianza.
Tus ojos, hambrientos y voraces
me tomaron por sorpresa
la noche que entraste en mi vida,
en la que la luna aún se refleja.
Al acabar abril, una noche igual que el resto
el cielo para mí se abrió.
Me dijo: escucha sus versos.
Al hacerlo, el corazón se me paró.
Encontramos un lugar sin apatía
en el que olvidamos quiénes fuimos.
Los “nunca” o “quizá” ya no existían.
Allí, juntas, nos perdimos.
Pero un día hablaste
con voz pausada y fría.
Dijiste, en alto contraste:
“quiero perderme en la lejanía”.
Me sonreíste, no querías mirar atrás.
Abrí los labios para confesar.
Dos besos y poco más.
Dentro de mi propia boca caí y la volví a cerrar.
Ahora me doy cuenta
de que no puedo esconderme
de tu perfume ni de tu mirada
de mujer ausente.
Hoy miro atrás y no paro de pensar
que así no se puede vivir.
¿Cómo te dejé escapar
si tanto quería aferrarme a ti?
Anhelo otro día añil,
una nueva oportunidad,
por revivir la noche de abril,
por no volver a callar.
Tú fuiste el poema todo el tiempo.
Y antes de que el poema muera
debo decir lo mucho que siento
haberme callado y quedarme a la espera.
Trasfondo de las miradas
por el beso que no di.
Envuelto en viejas promesas
la limpia noche de abril. ©