ANA MARÍA OTERO
Yo conozco la rutina.
Esa que desde siempre se repite día tras día.
E igual que ayer y como siempre sin hablar,
tú me observas al pasar.
Pero hoy para variar,
cuando nuestras miradas se encuentran,
además de una de tus sonrisas,
esas que despiertan en mí un deseo secreto,
anhelo vetado,
forzosamente en mi interior silenciado,
me presentas también una invitación a entrar
y acompañarte a ese paraíso secreto
que siempre visito en mis sueños.
Lo pienso y aunque sé que no debo,
no soy capaz de ignorar el afán
y cuando lo advierto ya me encuentro dentro,
donde ese deseo,
tan vehemente e intenso,
hasta ahora silenciosamente compartido,
se va desatando.
Mis manos, tus labios.
Entregar, recibir.
Examinar, saborear.
Fantasear, despertar…
¿Qué más da lo demás si ahora el sueño es real?