MOISÉS ESTÉVEZ
No podía dejar de llorar. No podía apartarlo de la mente. No podía
olvidar su rostro, un rostro que reflejaba una melancolía brutal, amargo
espejismo de un alma atormentada y castigada por las inclemencias de un
amor despiadado antes que frustrado, un amor por el que lo dio todo y que no
pudo ser. No podía recordar, en qué momento dejó de amarlo. No podía evitar,
estar sumido en aquel lúgubre pozo sentimental a pesar de que fue suya la
elección. No podía esquivar, un dolor palpable y permanente que golpeaba
duro al ritmo de los latidos de su corazón. No podía dejar de llorar…