MOISÉS ESTÉVEZ
Que mala suerte, pensó Álex. Tuvo que ser hoy, tenía que tocarle a él,
especialmente sensibilizado con lo que a diario estaba ocurriendo…
- Bomberos dígame. ¿En qué puedo ayudarle? –
- Le llamo de los juzgados. Mi nombre es Antonio Reinosa, secretario
judicial de guardia. Han de personarse en una vivienda que ha sido motivo de
desahucio y cuyo propietario se ha encadenado a la puerta. Tienen que ir a
cortar las cadena para así proceder con la orden. Le envío el documento si
quiere por correo electrónico. En él va también la dirección. – - ¡Maldita sea! – Farfulló el oficial de guardia cuando el responsable de
las telecomunicaciones le transmitió los datos de la llamada. Aquel echaba
espuma por la boca, quejándose y argumentando de que ese tipo de trabajos
no les correspondía. No se trataba de ningún hecho emergente, todo lo
contrario, agravarían más la situación con su presencia. – Ya podían llevar ellos
las herramientas pertinentes para ejecutar la puta orden. Bastaría con una
simple cizalla. –
Álex seguía pensando en que prefería no estar de guardia ese día. Tener
que enfrentarse a ese tipo de desdichas tan personales, tan inhumanas y
desoladoras, le desgarraba el corazón.
La pérdida de un hogar, toda una familia en la calle, sin un techo bajo el
que cobijarse del duro invierno que se avecinaba.
Aquel era un sector de la población víctimas de un sistema que poco a
poco los estaba aplastando. Personas desfavorecidas que tan siquiera a veces
tenía que comer. Un sistema implantado por lo que más tienen, los mismos que
estaban saqueando el país, sin pudor y sin escrúpulos. Un sistema construido
sobre leyes favorecedoras de políticos corruptos y mangantes de guante
blanco. Políticos que estaban llenándose los bolsillos a la vez que sometían a
los más débiles a golpe de decreto.
Prevaricadores, viles personas, gente que derramaba maldad por donde
fueran, individuos sin corazón, chandalas sin alma…