ROCÍO PRIETO VALDIVIA
“Hay recuerdos que duran muchas vidas “
Fue aquella tarde de noviembre mientras Antonio salía por el pan y yo me disponían a preparar un espagueti, cuándo casilda nuestra gata desapareció, al principio creímos que se había escapado en busca de una vida mejor, pues pese a nuestra posición económica desahogada la gata se la pasaba sola en casa. Nuestras obligaciones laborales eran extenuantes. Siempre tenemos la misma rutina.
Antonio se despierta a las cinco y quince minutos. Y mientras yo duermo un poco más, o finjo hacerlo para que él me consienta. Recuerdo que él hacia el café y casilda solía pasarse gran rato deambulando de un lado a otro, maullando.
Supongo que para que yo despertará y le pudiera acercar su juguete. Un pequeño ratón de felpa. Después de unos minutos con esa perorata yo me levantaba con los ojos hinchados de tanto dormir, ella feliz me daba una lengüeteada, y se acicalaba contra mi pijama de gatitos. Antonio al verla, le daba su comida.
Siempre he sabido que ella es su consentida, y le aparta un trozo de tocino del desayuno a diario. El día que llegó a casa era tan pequeña, con su lomo pintito te sacaba una sonrisa, sus grandes ojos verdes, sus patitas con esas garras tan afiladas. Aunque los médicos nos han dicho que casilda tira mucho de su pelaje y eso puede enfermar a la pequeña Denisse. Nosotros no tenemos el corazón para dejarla afuera.
Nuestra inquilina la que creíamos pérdida aquél noviembre, no sólo volvió después de una semana en que agotamos hasta la última esperanza, recorriendo cada rincón de la colonia dónde vivíamos en ese entonces. Sí no que lo hizo bien acompañada. Fue entonces que descubrimos que su gordura no era producto de los múltiples trozos de tocino que a diario se embutia. Entre esas fauces la pequeña Tigresa traía a un cachorrito blanco como la nieve.
De ojos tan azules como el mar que a diario veo desde está nueva casa en las montañas. Antonio dice que casilda resultó igual a su madre, pues a los meses di a luz a la pequeña Denisse que tiene los gestos de su padre. Mi hombre y nuestra hija adoran a la Gata, la alimentan con trozos de tocino hasta en eso se parecen el padre y la hija…