ALDANA PÉREZ
Hay un duende en mi imaginación
que se alimenta de ilusiones,
vive en un jardín de flores
y de preguntas sin respuestas.
Canta por las mañanas
y lleva mis días a cuestas.
Mis ojos son su ventana
a la estúpida realidad impuesta.
De mi razón se esconde
ya que con él podría acabar,
pero entre susurros me recuerda
que es un ser completamente real.
Siempre me hace una pregunta
que todavía no he podido contestar:
¿por qué las personas aprenden del dolor
pero no de la felicidad?
Él existe desde que creo
en que siempre hay algo más
y es mi única garantía
de que no me han de derrotar.
Él me salva de Dios, del Diablo
y de la sociedad.
Él me libera de la cárcel
de la inmortalidad.