ESRUZA
La rutina, cuando no nos gusta, enajena los sentidos, no nos deja reaccionar debidamente, y el despertar a un nuevo día trae consigo el inevitable vacío. En el transcurso del día, los ruidos ambientales y las labores cotidianas de rutina alejan, momentáneamente, ese vacío.
La noche trae consigo, otra vez, el vacío que se adormece, un poco, con dulces y gastados recuerdos, pero no importa, cada quien se fabrica sus propios sueños, por irrealizables que sean, porque no hay ningún botón que haga florecer el día.
Ciertamente, no hablamos de un botón de rosa, ese se abre con solo regarlo, sino de ese botón interno que todos tenemos, que no recibe riego, no se lo damos; y si ya nos cansamos de apretar ese botón, de intentar regarlo y no sucede nada, es que no sucederá ya; o lo que es peor, no hemos sabido apretarlo correctamente, y he ahí el origen de un vacío, tal vez, provocado por nosotros mismos, y no debemos culpar a nada ni a nadie, sólo a nosotros.