ISA HDEZ
Sabía que llegaría aquel fatídico momento de la despedida y no podía soportarlo. Me escondí a sabiendas que me estarías buscado por todas partes, y que no te irías sin darme un último abrazo. Solo un mes bastó, para darnos cuenta de que los dos sentíamos algo más que amistad, pero tú ya estabas atrapado, y eso hacía que nuestra compostura se manifestara solo con las reglas de cortesía que imperan en la amistad. Los dos lo teníamos despejado, pero en el fondo de tus ojos, al mirarte, se divisaba una lucecita con destellos brillantes, que me inspiraban deseos infinitos, que trataba de controlar para no delatarme y expresarte con fulgores en mis ojos los sentimientos ahondados de mi alma. Todo me lo mostró el temblor que noté en tu abrazo la última vez, en el fondo del zaguán. Perdóname, no puedo salir del escondite.
Gracias por leerme
Isa
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