MOISÉS ESTÉVEZ
Cristales rotos, oscuridad, restos putrefactos de comida esparcidos por
el suelo, hedor, sombras, cubos de basura, más sombras, grises ratas dándose
un festín, poca luz, llueve, más oscuridad… rincón apartado de miradas.
Con los ojos abiertos y la mirada perdida, su cuerpo maltratado yacía sin
vida apoyado sobre un contenedor, intentando retener desesperadamente su
anónima alma. Un esfuerzo inútil. Ésta abandonaría en breve aquel oscuro
lugar de la ciudad, a la que había llegado buscando algo nuevo, anhelando un
futuro prometedor, experiencias diferentes, trabajo, amigos… éxito.
Pero el destino es caprichoso, y mientras en la otra punta del país unos
padres echaban de menos a su hijita contemplando una foto de los tres, ella, la
soñadora siempre optimista, valiente y decidida, se cruzó con un arrebatador
de sueños en aquel negro y tenebroso callejón.
