NÁUFRAGO EN LA LUNA

Mi madre siempre me ha dejado claro dos cosas: Que no repite las cosas y que no responde a preguntas estúpidas. Llegado a cierta edad me di cuenta que dentro del grupo de “preguntas estúpidas” estaban según mi madre el 99% de las mías, desde los 9 años hasta el día de hoy.

Que no repite las cosas significa que si te ha dicho que no, es que no y si no te has enterado, lo siguiente será un NO físico, concretamente en forma de alpargata. Si el lanzamiento de alpargata hubiese sido una categoría de los juegos olímpicos mi madre tendría la pared del salón lleno de medallas de oro (la Michael Phelps de las alpargatas). Una vez vi como le lanzaba a mi hermano una alpargata desde el salón y esta giro en el pasillo para seguirlo. Yo no sé las demás madres, pero la mía suele utilizar unas respuestas la mar de originales, que hacen que se te caigan las orejas al suelo.

Mamá voy a ir a comprar petardos ¿me das dinero? Claro! Ahí en el monedero tienes un billete de 2000 pesetas comprate lo que quieras, petardos, cohetes y un paquete de tabaco. Ya con esa respuesta sabías que ese billete no existía. Hace muchos años le dije que me diera dinero para comprar una coca cola y me dijo que mejor me iba a dar para que me comprara un coca colO fresquito. Al principio pensé que no era capaz de pronunciar la palabra coca cola y me dio hasta pena. Cuando vio que me quedaba esperando el dinero dijo: “este niño es tonto” Si me hubieran dado un duro cada vez que escuchaba esta expresión ahora estaría escribiendo esto desde mi mansión en Bali.

Estoy pensando en comprarme una moto porque he escuchado que en los autobuses hay viejos ofreciendo caramelos con droga (siempre es bueno utilizar la psicología cuando se quiere obtener algo que es complicado). Si con trece años que tienes, un viejo te ofrece caramelos y tú los coges, es que la selección natural sigue su curso y progresa adecuadamente. Dentro de esas respuestas tan originales había algunas que eran un clásico en mi casa. “Mira lo que dice tu hijo” esto se lo decía a mi padre cuando yo decía tal barbaridad que por lo visto dejaba de ser su hijo y me convertía en huérfano de madre. Ahora eso sí, si mi padre decía algo así como: Ya hablamos mas tarde del tema de la moto, dejando una puerta abierta al diálogo (esta frase la habré sacado de algún político), automáticamente volvía a tener madre y esta nos gritaba a los dos: ¡Una no!¡Dos motos vamos a comprar en esta casa! ¡Este niño es tonto!

En estas ocasiones eran las únicas en las que no me quedaba claro si ese “tonto” era por mi o por mi padre. Otras veces la llamaba por el telefonillo del bloque para pedirle algo y me decía: No se escucha bien, ¿qué dices? ¡no te escucho! ¿quien eres? Se ha equivocado. Y colgaba. Volvía a llamar, lo cogía mi hermano y por lo visto ya sonaba en alta definición. Que mama dice que no esta el horno para bollos. ¡¿Pero quien coño quiere bollos?! Yo quiero cinco duros!!

También estaba “El bucle” que era un sistema utilizado por mis padres para evitar que hicieras algo, pero sin tener ninguno la culpa directa de esa negativa, por ejemplo: Mamá quiero irme al cine esta noche a la sesión golfa (si la palabra “golfa” estaba en la conversación ya lo tenía casi todo perdido pero…había que intentarlo). Pregúntale a tu padre. Papá, quiero ir al cine esta noche a la sesión golfa. ¿Y tu madre que dice? Que te pregunté a ti… pues ya me has preguntado (aquí ya empiezas a darte cuenta que el cine no lo pisas). Mamá, que dice papá que te pregunte a ti. ¿Él que te ha dicho? Pues… decir lo que es decir, no me ha dicho nada, pero creo que en el fondo quería que me fuera y que me dieras dinero para palomitas, pues dile: qué lo que decida él, que a mí me da igual. Papá que dice mamá que lo que me digas tú, pero que por ella está bien y que me des dinero para las entradas, putas y para una botella whisky (ya puedes decir lo que quieras porque llegados a este punto no te escuchan ninguno de los dos) A esto lo llamo sordera temporal selectiva. ¿Qué tu madre te ha dejado ir a la sesión golfa? No me lo creo, pregúntale otra vez pero que yo me enteré desde aquí. ¡Iros a la mierda! (Evidentemente esta era una respuesta mental, de decirla verbalmente ahora tendría una dentadura postiza). ¿Y qué película querías ver hijo? (Hay que joderse).

Cuando me saqué el carnet de conducir le dije a mi padre que me dejara el coche y me dijo: ¿Tu has visto alguna vez a Robin conduciendo el coche de Batman? Y se fue. ¿Batman? Mi padre es calvo y gordo, según mi madre antes de quedarse embarazada de mi hermano mayor tenía un tipazo y tenía el pelo largo como John lennon por lo que puedo deducir que cuando mi madre le dijo que estaba embarazada le entro tanta “alegría” que se quedo de esta guisa. (Mi hermano mayor se debe de sentir orgulloso con esta presión) El coche de mi padre (el supuesto Batmovil según él) era un Seat 127 de hierro fundido que tenía la matricula en números romanos. Esta versión salió al mercado cuando Moisés aun no había bajado del monte Sinaí. Supongo que en algún momento de la historia este coche fue rojo, pero yo siempre lo he conocido oxidado. Tanto es así que con solo mirarlo era aconsejable ponerse la vacuna del tétanos. El coche pesaba tanto que era el único coche en el mundo en el que podías meter las tres primeras marchas y aun no se había movido del sitio. Cuando se entregó al desguace estoy seguro de que hicieron con él una pelota y lo vendieron como bola de demolición.

Esto de los coches me trae recuerdos. El primer coche que compré fue junto a mis dos hermanos por lo que el sueño de los tres era ver el coche aparcado en la calle porque eso significaba que no lo tenían los otros dos. Ese coche tenía el deposito en reserva perpetua porque, como no sabías la próxima vez que lo ibas a poder coger, tampoco lo ibas a dejar lleno de gasolina ¿no? (amor de hermanos) Los de la gasolinera se reían cuando me veían llegar. ¿Me pone 300 pesetas de gasoil en el surtidor tres? ¿Te vas de viaje? (cabrones) El coche era de los tres, pero eso sí, cuando había que gastar dinero para cambiarle las gomas pasaba al estatus de coche abandonado. Teníamos las gomas tan gastadas que si alguien escupía en el suelo perdías el control y empezabas a hacer trompos. Estuvimos mas de dos meses conduciendo a 60 klm/h porque no corría más y nadie quería hacerse responsable de la reparación. Cuando lo llevamos al taller el mecánico se montó, dio una vuelta, volvió y dijo: se os había quedado la alfombrilla del coche debajo del pedal del acelerador (íbamos para ingenieros los tres).

Una vez estuve tres semanas sin ver el coche, así que organicé una reunión en el salón de casa para hablar del tema con mis hermanos. Señores tenemos que hacer una especie de horario porque llevo tres semanas sin coger el coche y esto tampoco puede ser. Nos miramos los tres y me quedo claro. En la comisaria el policía no se lo podía creer. ¿Qué os han robado el coche hace tres semanas (mínimo) y os habéis dado cuenta hoy? Ahí los tres idiotas, cada uno mirando para un lado por vergüenza (mi madre lloraba de la risa…es que “sois tontos”) Yo estuve buscando el coche por el barrio porque con la gasolina que llevaba no podría haberse ido muy lejos. El coche nunca apareció. No sé que era mejor porque una vez nos robaron otro coche y apareció con una polla del tamaño de una piscina olímpica pintada en el techo interior (ya me pareció a mi que los policías intentaban no reírse cuando me llamaron para decirme de que había aparecido). Cada vez que se montaba alguien en el coche miraban la obra de arte y automáticamente se aseguraban de que el seguro de la puerta no estaba echado.

Un comentario sobre “Las técnicas de padres